Joaquín Antonio Quiroz Carranza
Afirma un proverbio popular que: “después de niño ahogado se tapa el pozo”, y es cierto, cada vez que ocurre un crimen, abuso, maltrato, accidente o aparece en nuestra persona una afección se intenta encontrar una solución, generalmente externa: en ocasiones culpando a otros, exigiendo castigo o indicando ignorancia respecto a las causas. A pesar de las molestias que pueda ocasionar lo aquí escrito, podemos afirmar que el común denominador de los seres humanos somos de carácter reactivo, es decir respondemos ante las circunstancias. Muy pocos son de naturaleza proactiva, esto es que construyen las circunstancias, evitando males, previniendo situaciones adversas.
En la sociedad de consumo, parece que la vida no se considera el bien más preciado, se sobrevive creyendo que somos eternos, que nuestros hijos saldrán de la casa y volverán sin mayor contratiempo, que nuestros padres estarán allí por los siglos de los siglos, que vivimos en un cuento de hadas y que nada malo nos puede pasar.
Lo absolutamente real es que los hijos, los padres, los hermanos y todos los seres vivos habremos de morir, de causa natural, accidente, enfermedad o por un acto de violencia de diverso tipo. ¿Podemos hacer algo para evitar la muerte o al menos retrasarla? En casos como accidentes, enfermedades y actos de violencia, definitivamente sí.
Otro proverbio indica “más vale prevenir”, esto es evitar o transformar las circunstancias que nos provocan enfermedades, accidentes o violencia de cualquier naturaleza. Podríamos emborronar cuartillas enteras describiendo los accidentes domésticos cuyo resultado son niños quemados, amputados o ahogados; podríamos describir la barbarie de los feminicidios, de la violencia escolar, del acoso en los centros laborales, de la violencia callejera, de la agresividad en las vías de tránsito vehicular. Como también podríamos llenar enciclopedias anotando los actos de amor, de solidaridad, de amistad, de entrega de muchos seres humanos que aman a su prójimo como a ellos mismos.
Antes que imaginar castigos, leyes que sometan o cualquier otra respuesta que genere más violencia, es necesario reflexionar que lo más importante es la vida, que el cuidado de los hijos está antes que cualquier otra actividad por “importante” que parezca, sí como afirmamos la mayoría de los padres: los hijos son nuestro mayor tesoro y en consecuencia, como pregonaba Jesús el Nazareno “donde está nuestro tesoro estará nuestro corazón”, es necesario prevenir eventos negativos, acompañar a los hijos, conocer las circunstancias para evitar los peligros, es deber de todos sortear el porvenir para librarnos de todo mal, como reza el Padre Nuestro, esto es parte de lo que definimos por cultura, y ser cultos es la única forma de ser libres, libres de violencia, de acoso, de barbarie, de ignorancia y de explotación.