Escribe:-Conde Nando
-No hay peor pecado que usar a un sujeto como si fuera objeto-San Agustìn
-Como no acceda a mis deseos la mato. Si no es mía no será de nadie “-macho mexicano
Leyendo el artículo “El pobre rico, el macho mexicano y la mujer abnegada, estereotipos sociales en el cine mexicano de la época de oro” de Diana González (revista “Enigmas de la historia”) entendí algo que ya sabía: que los arquetipos machistas, reforzados por el cine de oro aún están incrustados en nuestro inconsciente colectivo. El macho es el rey y la mujer la esclava. La mujercita abnegada que debe soportar las borracheras, infidelidades y fregadazos de su hombre, papel reforzado, a pesar de lo desventajoso para ellas, por nuestras sacrosantas progenitoras, víctimas de su violencia. El macho infiel, abusivo, ausente en la educación de sus hijos, y todos aceptaron estas convenciones, luego trasmitidas por las telenovelas. El cuate que por rico y carita tenía derecho de abusar hasta de las empleadas domésticas que tenían la desgracia de trabajar en sus casas, y que el que una de ellas se casara con uno de estos patanes sin beneficio era un triunfo social. La mil veces repetida historia de la Cenicienta. Incluso en estos melodramas muchas mujeres mantenían a sus parejas con tal de retenerlos, pues de lo contrario podían darse el lujo de abandonarlas e irse con otra que si lo apreciara (Gordolfo Gelatino era una caricatura del macho con complejo de Edipo). Pues bien:, a pesar de que el actual cine mexicano retrata a mujeres más empoderadas e inclusive con iniciativa sexual que es percibida como castrante por el macho, que no hombre, pues no son lo mismo, pues un hombre verdadero no abusa de su supuesto poder social y sexual. Pero tardarán años en mutar los arquetipos de películas como las de Pedro Infante o Jorge Negrete. También hay que recordar “Una familia de tantas” dónde don Fernando Soler interpreta, más que a un padre amoroso, a un dictadorzuelo, del que solo sus chicharrones tronaban. En la actualidad muchos machistas de caricatura siguen creyéndose estos papeles y cuando su mujercita no se sujeta a este papel de sumisa, casi objeto solo utilizado para el desfogue sexual, entonces la daña, golpeándola “por levantarle la voz”, le arroja ácido si no se sujeta a su dominio o hasta termina matándola a pesar de ser su pareja. Recordemos otros extremos, como el desgraciado que asesinó a la niña Fátima, utilizando a su esposa-esclava a la que amenazó para llevar a una niña en sacrificio a su ego machista “una noviecita para toda la vida” •-dijo el muy infeliz, a la que después de utilizar deshechó matándola sin mayor contemplación. También recordemos la cinta de Buñuel “Ensayo de un crímen “dónde un atildado Ernesto Alonso interpreta a un burgués ocioso y elegante que fantasea con un maniquí, pues quiere asesinar a una hermosa Miroslava, desmembrándola y cremándola en un horno al no poder tenerla o satisfacerla. Como sostiene Diana González en dicho artículo: “La influencia de este cine está en el machismo, que en la actualidad aqueja a la sociedad (¿o suciedad?) Así como la desigualdad que padecen las mujeres por su género”.