Algunas de las realidades más lamentables de los partidos políticos comenzaron a notarse de manera más visible en 2008, como advertía Julio Sherer García en su libro Terca Memoria. Allí señalaba la debilidad de la derecha en materia ideológica y la fuerza de sus intereses.
Hoy, la izquierda, incapaz de unirse por sí sola, requirió de todos los operadores y de los llamados “dinosaurios” del PRI: el 84 % de su base dirigente proviene del tricolor. Lo más grave es que nunca han tenido la capacidad de elaborar un plan que corresponda a la realidad de México. Incluso el fundador de Morena se formó previamente en los conocimientos y prácticas del PRI.
Con el auxilio de figuras como Manuel Bartlett Díaz, lograron orquestar la quiebra del partido que gobernó durante 80 años y dio vida a las instituciones del país. Para entender esto, hay que remontarse a Plutarco Elías Calles en 1938, quien convocó a todos los partidos del país y sembró la necesidad de pasar de un México de caudillos a un México de instituciones.
Hoy, Morena afirma que viene a reivindicar a los pobres, pero lo hace destruyendo instituciones. Esto refleja un patrón histórico: el gobierno crece a expensas de la sociedad. La izquierda, la derecha, líderes obreros, banqueros, periodistas, obispos y no obispos, todos han vivido de hinojos ante la silla presidencial.
Con el avance de la tecnología y la ciencia, sigue habiendo quienes someten libertades y derechos. Pronto surgirán las críticas y los lamentos, y grupos desde la clandestinidad intentarán darle otro rumbo al país. Esto ya ha sucedido. La pregunta es: ¿por qué regresar a ello? Ojo con este tema.