Septiembre: Mes de la Patria y de las Tragedias
Septiembre, el mes de la patria, también se ha convertido en el mes de las tragedias. Solo hace falta recordar los hechos lamentables que han marcado esta fecha en la historia para entender la importancia de las políticas públicas que las autoridades han construido a partir de estos eventos.
Desde las Torres Gemelas hasta sismos y terremotos que han sacudido al país, como el de 1985, que también se sintió en San Juan del Río y dejó incomunicado al país por días. Este terremoto de 8.1 grados en la escala de Richter provocó alrededor de 3,192 muertes, con réplicas de 7.5 grados, generando estimaciones de hasta 20 mil muertos y 250 mil personas sin vivienda.
La respuesta a los desastres: Protección Civil
A raíz de estos eventos, surgió la política pública de crear el área de Protección Civil, dado que la sociedad civil salvó cientos o tal vez miles de vidas.
Treinta y dos años después, en septiembre, otro sismo dejó más de 369 muertos, 250 mil damnificados y 180 mil viviendas afectadas, principalmente en Ciudad de México, Oaxaca, Veracruz y Chiapas.
Septiembre y las inundaciones en el centro del país
Aunque en el centro del país los efectos son menores, la naturaleza también ha dejado su huella. La Sierras Madre Oriental y Occidental protegen parcialmente la zona, pero el rebase de agua en septiembre ha provocado inundaciones en San Juan del Río y Tequisquiapan, como en 2010 y 2021, cuando entraron los gobiernos de Roberto Cabrera y Mauricio Kuri.
El problema no recae en alcaldes anteriores ni en un solo actor; la falta de planificación urbana y la minimización de la presencia de efluentes han contribuido a estos daños.
Naturaleza: memoria y sabiduría
La naturaleza, llena de sabiduría y memoria, tarde o temprano cobra factura por los daños ocasionados, intentando regresar a su normalidad.
Este año, durante el periodo de lluvias más estable en más de dos décadas, los citadinos pueden sentirse sorprendidos por la magnitud del fenómeno, mientras que la gente del campo lo ve como una bendición: el 50% de la cosecha asegurada depende del agua, y el otro 50% del trabajo arduo de hombres y mujeres rurales, que conocen y respetan los ciclos naturales.
