Escribe:- Isaac Media Hernández
En los primeros 4 meses de este año, el COVID-19 ha puesto a prueba toda la estructura gubernamental y no solo en materia de salud; el sector económico-laboral está siendo golpeado por el confinamiento que cada vez se aplaza más.
Consecuencia de esta reclusión, son los millones de estudiantes que han cambiado el lápiz por el mouse y han ingresado a la modalidad de educación online, esto por el cierre temporal de las escuelas y universidades.
Para que esta variante llegue a buen puerto, se deben de tener en cuenta al menos dos aspectos básicos:
1.- La disposición y empeño por parte de los alumnos y padres de familia para comenzar a aprender la autonomía didacta. Y por parte del docente la empatía con el estudiante al no sobresaturarlo con tareas y trabajos.
2.- El acceso a los instrumentos tecnológicos como lo son; computadora y conexión a internet; así como tener las habilidades y conocimientos en el uso de plataformas virtuales.
Según datos del INEGI hay 34 millones de personas que no tienen acceso a Internet en nuestro país, por razones económicas y por la carencia de la infraestructura para la obtención del servicio.
En este contexto, los niños, adolescentes y jóvenes menos favorecidos, se ven inmersos en una situación complicada para desarrollarse, y la mayor parte de ellos son excluidos en términos educativos y sociales.
Esta circunstancia es más inquietante en las comunidades y delegaciones con menores ingresos económicos. Para muchas de ellas, la educación básica y superior, háblese desde primaria hasta universidad, representa uno de los pocos lugares en donde la igualdad permea entre el alumnado. La misma atención y calidad se brinda a la joven que tiene que transportarse en camión más de una hora para llegar a la universidad, que al muchacho que vive a 5 minutos o llega en vehículo particular.
Al menos por un mes y medio, las familias más pobres, tendrán que adaptarse a esta nueva forma de educación, comprando una computadora y adquiriendo el servicio de internet o a descontar $10 a $20 pesos diarios para poder mandar al niño o universitario al cibercafé.