(Día de muertos)
En nuestro México, parte del abanico de rituales que se celebran como símbolos de nuestro sentido de pertenencia, es conmemorar a las personas ya fallecidas, en el mes de noviembre, los días 1 y 2. Fechas asignadas en el santoral católico que datan desde el año 844 por disposición del papa Gregorio IV. A pesar de que nuestros antepasados de la época prehispánica ya veneraban a sus muertos, aunque en otra fecha, el objetivo primordial era la búsqueda de protección, ellos tenían la creencia que la vida sólo era un paso para la muerte, después regresaban a la vida. Según el códice Chimalpopoca relata que los primeros hombres fueron creados con huesos de difuntos. Para los prehispánicos la cosmovisión del mundo estaba compuesto por dos planos: uno superior y otro inferior donde los muertos moraban, uno de ellos era “Tlalocan” a donde iban quienes su muerte tuvo relación con el agua. El otro nivel le llamaban Mictlán (mundo inferior), donde iba el resto de los seres.
Al llegar los españoles, las costumbres más destacadas que encontraron fueron la de los Mayas y la Náhuatl, al darse el sincretismo, dichas costumbres se fueron modificando con el mestizaje. Así se le dio un significado diferente a la muerte, aparece el concepto del miedo, se conoce el concepto de “infierno” aquí aparece también el esqueleto como imagen de la muerte. Posteriormente en la etapa colonial, los muertos eran enterrados en un lugar lo más cercano a una iglesia, es más, muchos los enterraban dentro del templo, dando el lugar preferencial a quien estuviera más cerca del altar. Estos entierros se acompañaban con comida. De ahí empezó a cambiar el enfoque ritual de la muerte, ahora se asocia con momentos de tristeza, de burla, o de alegría.
En España se acostumbraba a escribir en las lápidas de los panteones, cierta información relativa a alabar al difunto, costumbre que fue traída a nuestro país, la cual dio pie a que pasado el virreinato dichos epitafios se empezaron a deformar de una manera chusca o en tono de crítica contra las autoridades, dando lugar a las famosas calaveras literarias que actualmente se acostumbran.
La celebración actual en toda la república mexicana se realiza como una ceremonia de convivencia de los vivos con sus difuntos, disponiendo para tal fin ofrendas, la cuales varían según la región, pero siempre tendrá objetos simbólicos, que recuerdan el tránsito por la vida.
Pero por encima de la finalidad del elogio o alabanza con los muertos, concluimos asumiendo que los seres y las cosas materiales están sometidos a la ley del tiempo. Todo pasa, todo perece, La muerte y el fin de las cosas mundanas y terrenas suceden inexorablemente, sin distinción pobre y ricos, lo selecto y lo ordinario.
La tierra, el infierno o paraíso, no es malo ni bueno, mala o buena es la conducta del ser humano.
La existencia terrenal sólo es un medio para alcanzar nuestro sentido de trascendencia, es la instancia necesaria para quien lo merezca, logre la vida eterna.