Escribe.-Fernando Roque
Un cigarrillo fosforece en la oscuridad cerrada de la noche, cual luciérnaga ebria, su movimiento es antinatural, mientras se quema y el humo que arroja es prueba de ello. La luna va saliendo poco a poco, detrás de una nube encubridora, y entonces la claridad va develando el misterio: recargado en un farol el hombre, al saberse descubierto por la luna, arroja la colilla al suelo y la pisotea, como si de un bicho peligroso se tratara. Aparece la mujer en el quicio de la ventana, su silueta recortada contra el haz de la luz del cuarto, una seña basta, el hombre ha entendido y decodificado el mensaje: sube por la enredadera, mientras la mujer apaga la luz, la ventana abierta, lo demuestra la cortina que suavemente ondula hacia afuera: el hombre penetra . . .al cuarto . . .para las tres se marcha . . .la mujer, el hombre se queda . . .tendido sobre la alfombra, manchado en su propia sangre . . .