Escribe:-Edilzar Castillo.
Nadie lo espera, de repente, se ve el resplandor del fuego, bordando el aire, ahí, en el crucero, donde al tráfico de automóviles, es intenso.
Pienso, esas personas, ¿donde viven?, ¿acaso conocen en vida lo que llaman infierno?, y todos los días descienden y ascienden a él, por esas laderas, barrancos, basureros, alcantarillas , entre desperdicios, animales muertos, abandono, olvido de esta sociedad civilizada, ¿cómo estará el estomago de esos seres?
Ahí va, hacia el crucero, con su litro de gasolina nova, empieza un poco tarde, cuando el calor de su recamara lo expulsa con su hedor, a esa hora, el sol se está poniendo, sus hermanitos están gritando, jugando con su hambre, entonces, él, les da diez o quince pesos, dependiendo como estuvo el día anterior, ellos corren a la tienda, compran cuatro bolillos, una lata de frijol y para beber, a la ollita de café todavía se le sacan otro hervor; aunque a veces, sólo compran un kilo de tortillas, con eso, pasan todo el día. Pero el hombre ígneo, no alcanza comida, pues muchas veces no le siente sabor a la comida, todo le sabe a lo mismo, a gasolina, la siente por todos lados, hasta por los ojos, aunque algunas veces se lava la boca con la esperanza de quitar ese desagradable sabor, pero no logra, porque este, regresa.
Toma su botella de plástico, se pone sus tenis rotos, y una chamarrita, la cual adquirió en las pacas del tianguis. Pasa por la gasolinera, compra la dotación, un litro, revisa la estopa, también observa el encendedor, el cual ya se ve con poco gas, calcula, todavía me dura dos días más, Se puede decir, ya está equipado, pues tiene todo el instrumental de trabajo, hasta parece feliz, por el escaso brillo de sus ojos, aunque pensándolo bien, el brillo puede venir de la cercanía del fuego.
Sus compañeros le dicen, el “Chavo de fuego” chavo porque aun está pequeño, de fuego, se lo puso el mismo, desde una vez que entró a un circo y vio a un actor que se hacía llamar el hombre de fuego, quien era disparado por un cañón hacia una red, como a veinte metros de distancia, en su viaje iba echando fuego.
Pero eso sucedió cuando tenía seis años, ahora de quince, sigue recordando aquella función, Ahora más bien le preocupan otras cosas, sus tres hermanitos, pues sus padres ya fallecieron, y ellos sólo viven acompañados por esa intrusa que es el hambre. Por eso, él debió trabajar en esas calles, esos cruceros de muerte, realizando ese dañino trabajo, quizá más que el de un banquero, por ejemplo, porque al principio, pues, da mucha vergüenza, en cambio los banqueros no tienen ni tantita, después, se acostumbra, pero siempre le cuesta mucho y es peligroso, pues, a veces ya cuando tienes ganado algún dinero, llegan otros chavos que se dedican a robar a los mendigos y los pedigüeños,
Pero al “Chavo de fuego”, le preocupa, además del hambre, sus finanzas, si, las finanzas, estas no van muy bien, porque además siente mucha competencia, lo cual merma sus ingresos; cada día, para comprar lo mismo debe pagar más, Así es la realidad, él quiere ganar más, quiere inventar algo, algo que le proporcione más dinero, porque sus hermanitos ya necesitan tenis, pues los que traen ya están muy madreados. Esa gran necesidad lo hace pensar en algo diferente, quiere ser la estrella del crucero.
En esas meditaciones, lo sorprende otro día, se dirige a la gasolinera, hoy sólo compra medio litro, guarda algo de dinero para los tenis de su hermanito. Con la botella a medio llenar, camina rápido, tiene miedo de encontrar a otro ya instalado en su esquina de trabajo, está oscureciendo, acomoda los accesorios de aquel ígneo oficio, se dispone a esperar a que oscurezca totalmente, las luces de los edificios se encienden, la ciudad adquiere otra fisonomía, el Chavo de fuego, lo sabe muy bien. Saca la estopa, la moja con un poco de gasolina, saca su encendedor lo acciona, levanta la botella con gasolina, aspira profundamente. Se echa un trago, lo sostiene en su cavidad bucal, luego, levanta el brazo donde sostiene la estopa encendida, la pasa a una distancia prudencial y escupe con fuerza, una gran llamarada en forma de arco sale de su boca; El sabor de la gasolina, le quema los labios, la lengua, las paredes bucales; La cara de un niño reflejada en la ventanilla de un automóvil lo observa. Se recupera rápidamente, corre por la fila de carros detenidos brevemente, esperando le den algo de dinero, algunos le dan, la mayoría, no. Cuando regresa a su base de trabajo, hace un recuento ocho pesos, y dice está bien, ojalá, siga así la noche.
Sin embargo, la crisis financiera continua, por eso su mente, sigue buscando una solución; y al fin la encontró, pero para eso, debería comprar gasolina Súper Extra, es más potente, se dijo, “En mi mismo apodo tengo la solución. Aunque esa gasolina es más cara, me puede cocer las tripas, pero, por lo menos, me va a matar las lombrices, todo sea por hacer más atractivo mi espectáculo, inspirado por un letrero visto en una carnicería, al ver como se arremolinan los clientes, buscando las ofertas de ese día. En el basurero consiguió un cartón, con un carbón y con la ayuda de un pepenador, que si sabe leer y escribir anuncian “El “Procsimo savado, gran espectáculo, algo nuevo, jamás visto”. La gente que pasa por ese crucero, lo lee, sin entender.
Ese día, el Chavo de fuego, hizo el mismo ritual y recorrido, pero ahora compró un litro de gasolina súper extra, además, ahora lo acompañan sus hermanitos, cuando llega a su crucero, se da cuenta que hay muchos automóviles inclusive personas de a pie, en las aceras, se percata que lo quieren ver, comprende, que debe hacer algo diferente, como preliminar, realiza la rutina que ya domina, le dice a sus hermanitos, pónganse abusados en la recogida del dinero.
Llegó la hora dice, hoy no usará estopa, la llama saldrá directamente de su boca, Levanta el brazo en señal de saludo, levanta el litro del combustible, lo empina, esta vez, se trago gran parte del liquido; Nunca había sentido aquel sabor, es distinto, casi dulzón, pero con mucho chile, el estomago se le contrajo, en su boca guardo una gran cantidad, con mucha fuerza la lanza al vació, al mismo tiempo acciona el encendedor, en el aire se forma una rara visión como luces de neón, su cara se pierde atrás de la cortina volátil, de su boca emergía fuego, pero ese fuego, también camino hacia sus vísceras, tornándolo ahora si en un hombre en llamas.
La grande y mísera ciudad se marchó, las entrañas quemadas, achicharradas; sus hermanitos asombrados, sólo veían aquel cadáver.