Por El Hombre de Negro
En la historia del rock, pocas bandas han logrado capturar la esencia de una época como lo hizo Creedence Clearwater Revival. Surgidos en un Estados Unidos convulso por la Guerra de Vietnam, los disturbios raciales y la desilusión con el sueño americano, CCR fue el eco crudo y honesto del sur profundo… a pesar de haber nacido en California.
La voz rasposa y desgarradora de John Fogerty, el motor creativo de la banda, transformó canciones sencillas en himnos con carga social, política y espiritual. Temas como Fortunate Son, Have You Ever Seen the Rain y Bad Moon Rising se convirtieron en parte del ADN del rock, no sólo por su musicalidad, sino por lo que decían entre líneas. CCR no era una banda de protesta en sentido estricto, pero no temía señalar las grietas del sistema.
A diferencia de sus contemporáneos, CCR evitó la psicodelia y los excesos del rock progresivo. Ellos fueron directos, rítmicos, con una mezcla inconfundible de blues, country y ese swamp rock que parecía salir de los pantanos del Mississippi, aunque jamás pisaron uno. Era una cuestión de espíritu, no de geografía.
Pero como ocurre con tantas bandas legendarias, la historia de Creedence también es la de una implosión. Las tensiones internas, el control creativo de Fogerty y los problemas con su sello discográfico terminaron por desmembrar al grupo en su punto más alto. Su legado, sin embargo, no se disolvió con su separación. CCR es una banda que sigue sonando con fuerza en cada película de guerra, en cada carretera polvorienta, y en cada corazón que busca una guitarra honesta y una letra sin adornos.
Creedence Clearwater Revival fue una llamarada intensa y breve —apenas cinco años en la cima— pero suficiente para escribir su nombre en piedra. En tiempos de auto-tune y éxitos fugaces, su música sigue sonando como un recordatorio de lo que significa cantar con el alma.