Bitácora 679.-
Escribe:-Adriano Herrera Álvarez
“La vida sin música es un error” Dr. Friedrich Nietzsche
Desde que recuerdo, siempre he estado conectado con la música, es más, cuando era un bebé, recuerdo algunos sonidos, no como una música estructurada como la conozco ahora, sino meramente sonidos aislados, parecidos a esos sonidos que se escuchan cuando nos sumergimos a una alberca, mar, río u lo que sea. En estos tiempos de aislamiento involuntario, he tenido la oportunidad de escuchar con mis audífonos, mucha música, grupos que me ha sugerido Pablo Antonio Junco, cosas que he buscado al azar y mis grupos de siempre, sugerencias de la revista Rolling Stone -que promueve grupos alternativos, ahí por ejemplo descubrí a Jack White- y como el que busca encuentra, me veo inmerso en los sonidos en una gran parte del día.
Para que esto se haya hecho un hábito, han pasado muchas cosas y he de remontarme a mi niñez.
El primer estilo de música que recuerdo es la música clásica, y esto tiene un motivo, mi padre, artista plástico, pintaba inspirado este género musical, sin olvidar las canciones de cuna de mi madre, de mi tía, de mi abuela y las amigas de mi madre. Posteriormente con el tiempo a la hora de la comida, mi abuelo me decía: “pon la música que me gusta hijito” e iba a colocar en aquellas enormes consolas Telefunken, discos de 78 revoluciones, a los que había que tratar con mucho cuidado, pues si se llegaban a caer, se rompían a pedazos, ya luego vinieron los long plays de 33 revoluciones y el de 45 revoluciones, que eran más pequeños, una canción por lado.
Recuerdo que a una amiga en la primaria, Lucía, le regalé un extended play de 45 revoluciones de The Beatles, y tan le gustó, que se hizo mi novia en sexto año de primaria, continuando esta párvula relación en parte del primer año de secundaria.
Fue muy importante mi Tía Nena, la menor de los hermanos de mi madre, ya que ella me enseñó a bailar los primeros discos del Rock & Roll y de Twist, Paul Anka, Los Venturosos, Frankie Lemmon & The Teenagers, Little Richard, Elvis Presley y más.
La música de mis abuelos eran Guty Cárdenas, Toña la Negra, Los Hermanos Rigual, Los Panchos,
Bola de Nieve, Carlos Campos, Olimpo Cárdenas, Daniel Santos, Julio Jaramillo, pero la canción que me llegaba hondo y profundo era “Despedida”, de Daniel Santos, donde se despide de los muchachos, ya que pronto se irá a la guerra, se despide de su adorada, a la que pide que nunca llore, que recuerde por siempre sus amores, que de ella nunca se olvidará…y aquí viene la parte que me hacía de verdad vibrar: “sólo me parte el alma y me condena, que dejo tan solita a mi mamá, mi pobre madrecita que es tan vieja, quien en mi ausencia la recordará, quién me le hará un favor si necesita, quien la socorrerá si se enfermara, quien le hablará de mí si preguntara, por este hijo que nunca quizá volverá, quien me le rezará si ella se muere, quien pondrá una flor en su sepultura, quien se condolerá de mi amargura, si yo vuelvo y no encuentro a mi mamá…” y yo lloraba a escondidas y en cuanto podía iba y abrazaba a mi Emmita, mi madre, que ya ha trascendido, y donde esté la bendigo…
Posteriormente me pongo a estudiar a los clásicos, soy beethoveniano, pero jamás dejaría atrás a Mozart, Bach, Rossini, Mousorgsky, Berg, Rota, Joaquín Rodrigo a Debussy y a tantos más de los que he aprendido a escucharme a través de su música, sí a escucharme, ¿qué piensa Adriano o siente cuando oye tal o cual autor?, ¿qué trasciende en él cuando vibra con la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven, o el Réquiem o la Misa Coronación de Mozart, o el Claro de Luna de Debussy o con mucha atención escucho las obras de mi amigo Pepe Cruz, o el Jazz de Brubeck, de Thelonius Monk, o Keith Jarred en su concierto en Colonia, Alemania, o el Álbum Blanco de The Beatles o el de Leti t Bleed de The Rolling Stones, o Blunderbuss de White, Led Zeppelin y su Ramble On, o mis recientes descubrimientos Jonathan Bree, Perfum Genius o Felt, o Reggie Watts, o el magnífico Charles Bradley o Childish Gambino?, pues siento que estoy VIVO!!!!, que la vida y sus frutos me pertenecen, que en realidad no pasa nada, así sea la muerte misma…