Bitácora 672.-
Adriano Herrera Álvarez
PRIMERA DE DOS PARTES
Hace ya unos ayeres, en 1982 y ya para recibirme de la carrera de Comunicación y Fotografía, leí una revista japonesa traducida al español, en donde se escribió apologéticamente sobre una cultura primitiva indígena perfecta, los Kunas, es decir, basados en sus propias leyes, este pueblo tenía en aquel entonces un bajo índice de asesinatos, drogadicción, alcoholismo; la sociedad Kuna es una comunidad donde unos velaban por otros, entonces decidí ir a hacer mi trabajo final a este archipiélago, que es una verdadera belleza en el Caribe y que pertenece a Panamá.
En esos tiempos, no había internet, ni computadoras, menos teléfonos celulares. Mis cámaras Nikon mecánicas con rollos de hasta 36 fotografías, diapositivas y una grabadora de periodista, fueron mis herramientas de trabajo. Salí al aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México, en un viaje de tres horas con destino a Panamá City en donde estuve unos días con mi padre y hermanos, posteriormente, con un traductor bilingüe, José y un ayudante Carlos, salimos del pequeño aeropuerto de Paitilla en Panamá en una carlinga –que de vez en vez era sacudida fácilmente por las bolsas de aire- rumbo a las islas de San Blas, atravesamos el Nudo del Darién, donde nace la selva del Amazonas y aterrizamos en la isla llamada Narganá.
San Blas es un archipiélago de 365 islas e islotes en donde solamente en aquel tiempo treinta estaban habitadas. Nos recibió un personero, que nos indicó dos palapas en donde habitaríamos en esa semana, una con dos hamacas y la que me tocó tenía una cama, que reconocí como un privilegio brindado adicionalmente por los Kunas.
Comimos una carne de quien sabe qué, una bebida llamada Chicha y nos llevaron en una lancha a la Isla del Tigre a conocer al líder, llamado Saila, recuerdo que estaba sentado en una mesa sobria y la palapa con algunas máscaras, en medio de un calor sofocante en donde no dejabas de sudar copiosamente. El Saila llamado John Wayne, (los que iban al continente y veían cine, tomaban el nombre de los actores que su gana les daba, de ahí el nombre del gobernante) al que saludé con respeto y a través de José, le comuniqué que mi interés era hacer un estudio fotográfico para dar a conocer en México, la existencia de esta formidable cultura. Recibí el visto bueno de John Wayne, y me brindó todas las facilidades para la realización de este audiovisual: transporte acuático para conocer otras islas, personas conocedoras de la historia de esta cultura y en algún momento pensé que eran demasiadas canonjías para un simple aventurero mexicano, pero no fue cosa de preocupación, pensé que era obra del destino, de la buena suerte, de Dios.
Tanta fortuna tuve, que a los dos días se celebraría una ceremonia de La Pubertad: cuando una chica tiene su primera menstruación, se lleva a cabo una fiesta, en donde solamente en esa celebración era permitido beber alcohol, una bebida a base de fermentación de maíz, las mujeres con sus mejores galas llamadas Mola acompañaban a la muchacha por las veredas, en donde habitaban las familias y las que tenían muchachos en edad de casarse (15 o 16 años), la mujercita en cuestión al paso de la comitiva con al Saila al lado de la joven, escogía con quien iba a casarse, los apuestos jóvenes bien vestidos en el umbral de sus chozas, solemnes y adustos esperaban ser escogidos, luego ella señalaba al que era de su gusto y así se llevaba a cabo la unión de la pareja. Cinco días pasaba encerrada la muchacha con las más viejas para recibir consejos sobre el matrimonio y la última noche la pareja se acostaba en una hamaca, sin tocarse, bajo la mirada escrutadora de la abuela de la novia, después al sexto día se consumaba el matrimonio. En el septum todas tenían una argolla de oro, que en ese tiempo, nadie fuera de los Kunas, sabía de donde era sacado el precioso metal.