Por Adriano Herrera Álvarez
“Los tres grandes sonidos elementales en la Naturaleza son el sonido de la lluvia, el sonido del viento en un bosque virgen y el sonido del océano en una playa.” — Henry Beston
La lluvia, ese fenómeno de la naturaleza que nos provee de frescura y belleza, nutre frutos y legumbres que nos alimentan, forma arcoíris y limpia la atmósfera. Disfrutarla puede ser un acto de libertad: salir de casa bajo la lluvia, caminar sin rumbo y gozar del momento sin causa específica. La lluvia no es solo un fenómeno climático; es también un sentimiento, un estado de ánimo.
Sin embargo, en los últimos tiempos, las lluvias han cobrado fuerza y han causado daños: caminos destruidos, casas inundadas, socavones, accidentes viales y pérdidas materiales. Muchas veces, la culpa es nuestra: tiramos basura donde queremos, tapamos coladeras y provocamos inundaciones que afectan a los más vulnerables.
La lluvia ha inspirado cine, música, cuentos y poesía. En países donde llueve más de 250 días al año, las personas pueden sufrir trastornos por el encierro; en casos extremos, incluso suicidios. Un ejemplo literario es el cuento “Lluvia” de El temblar de una hoja, de William Somerset Maugham:
“El doctor Macphail veía la lluvia. Empezaba a enervarlo. No era como esa suave lluvia inglesa que cae apaciblemente sobre la Tierra; era inmisericorde y de alguna forma terrible… Parecía tener una furia propia. A veces daban ganas de gritar si no paraba, y después repentinamente uno se sentía impotente, como si los huesos se hubieran vuelto blandos; entonces uno se sentía miserable y abatido.”
Esta historia, ambientada en las islas del Pacífico Sur en los años cincuenta, muestra cómo el calor intenso y la lluvia persistente pueden afectar a las personas, llevando incluso a la tragedia. Recomiendo ampliamente el libro.
En lo personal, también he vivido momentos memorables bajo la lluvia. En Puerto Angelito, Oaxaca, me metí al mar mientras llovía intensamente y me quedé disfrutando el aguacero, experimentando una paz profunda, agua arriba, agua abajo…
La lluvia tiene además un significado religioso: en la Biblia, el diluvio que duró cuarenta días y cuarenta noches destruyó la Tierra, y Dios encargó a Noé proteger a su familia y a los animales en un arca. Así, la lluvia simboliza vida, purificación y renovación.
Podemos prescindir de muchas cosas, pero no de las precipitaciones que dan vida al planeta y a quienes habitamos en él. La lluvia es vital, un recordatorio de nuestra conexión con la naturaleza y con nosotros mismos.
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