Amigos
Adriano Herrera Álvarez
“Donde cambies tu residencia, ahí te esperan nuevos amigos” Anónimo Queretano
Los amigos son una de las rutas de supervivencia del hombre, son con los que comunicamos cosas buenas y otras no tanto. Recuerdo a mi primer amigo, Javier, yo tendría aproximadamente seis años, y fuimos inseparables hasta las épocas profesionales. Jugábamos fútbol, burro castigado con los cuates de la colonia, canicas “altas desde su rodilla y bien parado”, que era solamente de uñita o de huesito, la canica desde la altura de la rodilla, que dificultaba un tanto el atinarle al hoyo, quien le atinaba al huequito y entraba su canica, tenía entonces poder, ya que a cada contrincante que tocaba lo “mataba”, lo sacaba del juego, rayuela, no, la rayuela que para nosotros es el avión que se pasaba de salto en salto, “declaro la guerra en contra de…” ¡Stop!
Y te quedabas parado en donde te tocara, las escondidillas o “bote”, y ya más grandecitos, para qué mentirles, jugábamos al “papá y a la mamá”, que era el espejo de lo que veíamos en nuestra casa, el hombre se salía con el otro para irse dizque a trabajar, mientras las chicas preparaban la comida con lodo adornadas con pasto, llegábamos de trabajar después de quince minutos y “que ¡comemos!” y hacíamos dizque masticábamos y decirle a nuestras parejas “Oh, que rica comida” platicábamos y posteriormente decíamos, sobre todo los hombres, “bueno, que ya era de noche” y nos acostábamos, simulando dormir, de vez en cuando, sin malicia nos dábamos un “picorete” -un besito inocente-.
Me encantaba que amaneciera lloviendo -cosa frecuente en aquellos ayeres en la CDMX- ya que frente al caserío había un terreno de pasto enorme -o eso me parecía a mí- y se anegaba, nos daban permiso para quitarnos los zapatos e íbamos a pescar sapos, viborillas de agua, pescaditos, arrojándonos agua y nos nos regañaban cuando llegábamos empapados, una que otra vez nos acompañaban nuestros padres y le entraban a la mojada, el cielo era de un azul profundo y desde ese pastizal se veían claramente los volcanes, nunca habíamos escuchado la palabra “smog” o “contaminación”, jugábamos fútbol mientras las niñas jugaban a las muñecas.
Cuando alguien cumplía años, se hacían unas fiestas excelentes, iban nuestros amigos y amigas a los tamales, al atole, o al pozole y el gran pastel con refrescos “Chaparritas” o “Pato Pascual”, escuchando en el grandote tocadiscos, música de Gabilondo Soler “Cri-Cri”; éramos felices, ya se nos hacía tarde para llegar del colegio, comer, hacer la tarea de volada para buscar a nuestros amigos y amigas, entrañables hasta la fecha.
No se diga en las fechas navideñas, en donde nos llevaban nuestros padres a ver la iluminación navideña en el centro de la gran ciudad, sacarse la foto con los Tres Reyes Magos o con Santa Claus, nos compraban bolsitas de colación y de la mano de mis dos hermanitas, delante de nuestros padres, caminábamos por la Alameda en Av. Juárez, nada, absolutamente nada nublaba nuestra felicidad, recuerdo en una ocasión que cuando nos alistábamos para ir al centro, comenté con Ana, mi hermana que ese día era el más feliz de todos y lo era sin dudas, no necesitábamos nada más.
Por las tardes, mi abuela y mis tías veían la telenovela “Gutierritos” y de pronto las veíamos llorar y nos preguntábamos “y ahora, ¿porqué lloran”?, no le temíamos a nada ni a nadie, porque no teníamos enemigos; un día memorable fue cuando al unísono Javier y yo le pedimos a Santa nuestra primera bicicleta y el 25 de diciembre a primera hora ahí estaba mi bici, azul, preciosa, maravillosa, estupenda, de volada la saqué y me encontré con Javier con la suya, roja, recuerdo, lo primero que hicimos fue abrazarnos y recorrer la colonia felices, no solamente nosotros, sino muchos niños, muchos, felices y en las puertas nuestros padres sonrientes, contentos de dar felicidad a sus vástagos.
Algunos amigos de aquella época ya murieron, al crecer otros se dispersaron y cada quien con su cada cual vivimos la hermosa vida. Hace tres años con cinco meses, al llegar a San Juan del Río con mi amada Elena, me doy cuenta que unos estupendos amigos nos estaban esperando: Enrique Gómez, Profe Raúl Rosillo, Pepe Cruz, Sergio Hoyos, Pepe Regil, el Profe Abel Ávila, Ismael Martínez, Ismael Martínez Jr., Luis Rion, Manuel Meza, Toño “Mezclillas”, Valdo el “bolero estrella”, Chava Olvera, Gilberto Ugalde “Gilo”, Verónica García, Pablo Antonio Junco, Felipe Cabello, Jorge Alonso, Arturo el “Hippie”, Juan Manuel García Higuera, Bernardo García, Almudena García, Víctor Arturo Rojas, Juanito el maestro de música, Irma y Carlos, Danny, Marisol y Flor con todo y sus adorados hijos y Mary, su madre, Enrique Segura, Gabo y Mariester, Liliana Rosillo, Karla Yunnuen Rosillo, Raúl Rosillo Jr., y si alguno se me escapa, espero me perdonen, es mi memoria emocionada. Cuando Dios da, da a manos llenas. En este texto les agradezco su amistad, su enseñanza, su bondad y amabilidad, Dios me los bendiga hoy y siempre….