El juego que todos jugamos
Adriano Herrera Álvarez
“Aprender a dejar ir debe aprenderse antes de aprender a lograr. La vida debe ser tocada, no estrangulada. Hay que relajarse, dejar que suceda, lo demás se desplaza con ella”. Ray Bradbury
La vida es un juego, en un sentido estrictamente lúdico, un juego que propiamente se juega con uno mismo en relación propia, nuestros congéneres y la vida en general. “El juego que todos jugamos” es una obra de teatro del chileno Alejandro Jodorowsky —que radicó en la CDMX— y escribió sus famosas “Fábulas pánicas” que se entregaban en el periódico El Heraldo cada domingo, amén de sus escritos y aprendizajes sobre la filosofía de vida, estoy hablando de los años setenta del siglo pasado.
Alejandro Jodorowsky nace en Chile el 17 de febrero de 1929, actualmente tiene 96 años y sigue activo; hace no mucho vino a México, donde tuvo varias entrevistas. Es creador también de la “Psicomagia” y maestro de la Cábala. Precisamente por la obra de teatro “El juego que todos jugamos” conocí a Alejandro Jodorowsky, en donde compartía créditos con José Alonso, Alma Muriel, Isela Vega y otros; el teatro a reventar, en una época en que casi todo el mundo estaba en contra de la guerra de Vietnam y el establecimiento, la contracultura y sí, un tanto anarquista, digamos. En México estaba una herida que todavía sangraba: la matanza de Tlatelolco en 1968, y nosotros, la juventud, estábamos influenciados por la música: Bob Dylan, The Beatles, The Rolling Stones, rematando con el “Festival de Rock de Avándaro” en Valle de Bravo, que fue un verdadero festín de música, drogas, amor libre, paz y amor, emulando al otrora gran festival en las afueras de Nueva York: “Woodstock” en 1969.
“El juego que todos jugamos” o “El juego de la vida” tiene sus principios: practicar la paz, la bondad, la buena onda y el amor.
Hoy quiero escribirles sobre Florence Scovel Shinn, que nace en Nueva Jersey, EE. UU., el 24 de septiembre de 1871 y fallece en Manhattan, EE. UU., el 17 de octubre de 1940. Maestra metafísica, espiritual, ilustradora de libros y escritora. Escribió un libro denominado “El juego de la vida”, un pequeño libro con una grandeza superior, del que sustraigo para ustedes fragmentos interesantes. Las obras filosóficas de Scovel y Jodorowsky pueden ser análogas, frutos del mismo árbol, con una misión: hacer más placentera la vida y vivir el presente como primera instancia; no hacer daño ni a uno mismo y aprender a disfrutar, a reír, a gozar la existencia como si no hubiese otra.
Scovel diserta sobre el poder de la palabra de esta manera:
“A través de sus palabras el hombre está haciendo continuamente leyes para sí mismo. Una persona que conozca el poder de la palabra será cuidadosa con su conversación. Sólo tiene que ver el efecto que causan sus palabras para saber si ‘no regresarán huecas’. Había un hombre que decía: ‘Siempre pierdo el transporte. Indudablemente se está yendo cuando yo voy llegando’.
En cambio, su hija decía: ‘Siempre alcanzo el transporte. Llega justamente al mismo tiempo que yo’.
Esto ocurrió durante mucho tiempo; cada uno de ellos había hecho una ley para sí mismo: uno, la Ley del Fracaso, y la otra, la Ley del Éxito. Esta es la psicología de las supersticiones”.
Uno es y actúa conforme a sus deseos intrínsecos, uno es el arquitecto de su destino, yo soy responsable de lo que diga o escriba, soy responsable de mi felicidad, bienestar, vida, y conforme pensamos positivamente, así de esa manera será nuestra vida. El resultado de vivir bien produce placer; lo contrario acarrea dolor, insatisfacción, tristeza, frustración y, finalmente, una vida desperdiciada. Sólo con pensarlo, así es de asombrosa la mente que responde al juego de la vida. No hay que tomarse la vida muy seriamente; yo no la tomo, que sea desmadroso —como lo menciona el magister cuando se le pregunta cómo le ha ido—, no perjudica a nadie; ello implica un grado elevado de alegría, de placer.
Scovel nos enseña: “No es ningún secreto que desde tiempos inmemoriales, el hombre ha tenido la necesidad de conectarse con su parte espiritual. Muchas culturas hablan sobre la energía interior que mueve al cuerpo; no importa cómo la llamemos, finalmente todos entendemos que somos seres espirituales y estamos conectados con el Universo y sus diferentes energías”.
“Lo primero es no tener miedo, darnos cuenta de que podemos cambiar nuestra conciencia, ya que ésta modifica la materia. Lo que significa que tu vida depende de lo que tú pienses. Una vez que aprendemos a pedir, sin miedo, sin pena, sin culpa, el Universo empieza a dar”.
“Así que para ganar el juego de la vida, debemos entrenar nuestra mente para imaginar sólo cosas positivas, ya que si damos amor, recibiremos amor, pero si odiamos, recibiremos odio, por lo que la capacidad de imaginar tiene un papel muy importante en el juego de la vida”.
Si piensas y vives positivamente, uno siente la gran diferencia entre el mal y el bien; ya no hay cabida para más engramas. Viviendo y dejando que los demás vivan como se les dé la gana, nos brinda una libertad y comprensión amplia de nosotros y del entorno, entendiendo como entorno todo lo que nos rodea, absolutamente todo, incluyendo los pensamientos que gravitan en nuestra mente, y lo único entonces que experimentamos es una perfecta paz, amor, libertad y placer; por lo tanto, estamos ganando en el juego de la vida o el juego que todos jugamos.