VIDA
Adriano Herrera Álvarez
“Algunas personas ven la vida no como realmente es, sino como ellos son.” Al Lee.
Este epígrafe de Al Lee, me colocó en una reflexión interesante, ¿veo al mundo a mi manera, sin ver un contexto más inclusivo, de una forma global, de tener conciencia que nuestros congéneres, los animales, son nuestros compañeros de viaje, todo lo que existe en el mundo, la naturaleza, el cosmos, Dios? ¿Cómo es ver al mundo respecto a mi forma de ser?
Al pensar que mi vida es parte de un todo, me lleva a la cosmicidad terrenal y universal, pero estas conclusiones, en mí, son intermitentes, no es fácil tener pensamientos positivos en todo momento, las circunstancias externas, -no es justificación- no me dan oportunidad de tratar de ser una persona positiva siempre.
Pongo como ejemplo el dominio de mí mismo, muchas veces me he enojado al ir manejando mi auto, y si alguien se me atraviesa o ya le estoy mentando la madre o me aguanto, me saca de mi centro, y cuando eso pasa me pregunto: ¿que hice? pero ya es tarde, desperdicié un poco de mi vida en el cultivo de la ira y así puedo mencionar varios, otros, y cuando pierde o eliminan a mi equipo preferido -Cruz Azul-, me enojo, pero ¿qué caso tiene mi indignación? ninguna…es solamente mi intolerancia, el ego que muchas veces me maneja, pero creo que estoy avanzando por algunos estudios y lecturas metafísicas, porque no debo dejarme influir por mi carácter, para eso está la mente analítica, pero hay que usarla cuando más nos falte la paz, la paciencia y sobre todas las cosas el amor a la vida, a los hechos y tomar la vida como venga, que al fin y al cabo, no pasa nada, todo está en la loca de la azotea….la mente.
Siempre hay una respuesta a cualquier acontecimiento, somos como Dios nos hizo, llenos de emociones, sentimientos, pasiones, pensamientos, la vida viene con todo este paquete y más, incluyendo la inevitabilidad de la muerte. Por eso hay que gozar la vida y sus avatares, y disfrutarla con amor, con espiritualidad, con valentía y con la premisa de que es ahí en donde se encuentra la verdadera felicidad.
Son más las veces que he sido feliz, pero hace algunos ayeres mi vida fue un fracaso, por mi forma de vivir la vida con elementos que influyeron en mi persona: el apego y la proclive inclinación a las artes etílicas, que sufrí hasta que ví que me dirigía invariablemente a la locura, la enfermedad y al final, la muerte, me dio miedo, pero ese estado precisamente es el que me da la oportunidad de vivir bien, tengo una esposa formidable, buenos amigos y nuestro gato Jethro, que es una bendición, tengo todo para vivir plenamente, pero tuve que pasar algunos filtros para existir sin las pesadas cargas del pasado, matando como lo menciona Nietzsche, a ese dios de la infelicidad, la amargura, la tristeza, los hábitos mal aprendidos, la intolerancia, el dolor por la muerte de familiares, amigos, pero sostengo que a la vida se viene a perfeccionar el espíritu, de disfrutar, de saber vivir, para todo eso necesito comprender la finalidad del amor y la prestancia de la espiritualidad, sin tener precisamente una determinada religión, como la Carta de Dios que hace unas semanas publiqué aquí en Bitácora Multimedios, de Baruch Spinoza, lectura que recomiendo ampliamente.
“Todo en el Universo va evolucionando en ciclos predeterminados, tanto para el mundo material, como el espiritual. El ciclo en que los espíritus aprenden de experiencias a través de un cuerpo biológico también debe transformarse para que los espíritus puedan continuar con su evolución en nuevos niveles de elevación, de conocimiento, de sabiduría y de perfección.” Este texto está en el libro “La Nueva Era”, que tuvo a bien regalarme mi amigo Salvador Velázquez, a quien le agradezco profundamente.
Todo lo podemos lograr, nuestros anhelos, nuestros gustos si estamos conscientes de estar conscientes, de estar alerta de nosotros mismos; nuestros pensamientos y buenos deseos se derivan de la disciplina, de la constancia y del sentimiento que le tengamos a la vida y a todo lo que ella contiene.
Tenemos la necesidad de celebrar la vida, existen todos los elementos para ello, si soy capaz de crecer en el espíritu, en comportamientos edificantes, buenos deseos, agradables sueños, hacer el bien, toda mi vida está justificada, después de las duras batallas que he confrontado, que a la postre me dieron todo: la experiencia, el amor necesario para vivir, y la comprensión -a mi forma de ver-, de todo lo que tenga que vivir, disfrutar, amar…
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