Christopher Phillips
Por Adriano Herrera Álvarez
“Cuando veas a un hombre bueno, piensa en imitarlo, cuando veas a uno malo, examina tu propio corazón.” Confucio.
Conocí al filósofo, educador, escritor y defensor de la Democracia, el estadounidense -con raíces griegas- Christopher Phillips y a su esposa Ceci, en el otrora Restaurante “La Bilbaína”, hace aproximadamente cinco años, a petición de mi amigo el Lic. Roberto Cárdenas Cachoa para presentarlo en mi programa en Bitácora Multimedios que bien dirige mi otro amigo el Prof. Raúl Rosillo Garfias. Para ser honesto no tenía conocimiento de este filósofo norteamericano, en el programa “Contrapuntos” habló de su último libro: “Hacia un alma de bondad” de Ediciones Ariel. Fue una entrevista edificante con un mensaje claro: la bondad, el bien y su filosofía.
Christopher Phillips, nació el 15 de junio de 1959 en Newport News, Virginia, en Estados Unidos, se graduó en Menchville News School, se licenció en Gobierno del College of Williams & Mary, la Maestría en Enseñanza de la Universidad Estatal de Montclair y en el Instituto para el Avance de la Filosofía para Niños, además recibió un Doctorado en Comunicaciones de la Universidad Edith Cowan en Australia. Ha sido un importante divulgador de la Filosofía, pero sobre todo de la tradición socrática. Es el creador de los “Sócrates Café”, grupos de discusión filosófica de los cuales hay más de 500 en todo el mundo.
Pero dejo que sus textos hablen de él:
“Hamlet se equivocó. El enigma de la vida no es ser o no ser, es ser y no ser, esa es la pregunta y esa es la respuesta. Hamlet fue el último doliente por la trágica muerte de su padre. Todos los demás que decían amar al rey asesinado y llorar por él, habían superado su pérdida y siguieron adelante. Soy el último doliente por la trágica muerte de mi padre. Nunca lo superaré, no obstante, he seguido adelante, incluso cuando parece que el tiempo se ha detenido. A diferencia de Hamlet, no he planeado una venganza. Papá no querría que lo hiciera. Yo no querría hacerlo. Lo que sí pretendo hacer es poner en claro algunos asuntos, pero sin cometer más errores. Se lo debo a mi padre. Más que nadie, él fue la fuerza y la inspiración que me permitieron, pese a que él no estaba de acuerdo con mis elecciones, emprender actividades académicas y profesionales que con el tiempo me llevaron a descubrir lo suficiente sobre quien soy en esencia para dedicar mi vida al “Sócrates Café”. Al mismo tiempo fenómeno global y movimiento comunitario, lancé el proyecto “Sócrates Café” hace un cuarto de siglo como una contribución tanto modesta como ambiciosa para hacer de nuestro mundo un lugar más habitable y digno de amor, en este caso, por medio de una forma de indagación inclusiva tan rigurosa y metódica como imaginativa y extravagante, a veces estimulante e inquietante esclarecedora incluso cuando suele enturbiar algunos temas. Se trata de una forma de indagación con preguntas oportunas y atemporales como: “¿Donde está el amor?”, “¿Cómo sabes que estás viviendo una vida honorable?”, “¿Por qué debemos buscar mejorarnos a nosotros mismos?”, en la que nadie sale ileso y los que se involucran más se sienten más “conectados” de una infinidad de maneras. He tenido éxito y he fracasado más allá de mi alocada imaginación”.
“A mediados de septiembre del 2011 la vida de papá llegó a su fin. Las personas que lo acompañaron en sus últimos días, nunca me informaron de su muerte (ni siquiera me informaron que su salud se había deteriorado). Cuando hablé con una de ellas, las razones que me ofreció me helaron la sangre. Una red de mentiras se transformaba en otra cada vez que caía en una contradicción flagrante. No me ofrecieron condolencias. Por el contrario. Lo más escalofriante fue la falta total de emoción; mejor dicho, si se expresó alguna emoción, fue de cierto placer sarcástico, incluso de burla”.
“Lo que resultaría ser una cadena de sucesos horripilantes, comenzó a desarrollarse casi un año antes de la muerte de mi padre, aunque no lo entendí del todo sino hasta después de su funeral; ellos causaron un enorme dolor, estrés y tristeza, más que nadie a papá y en el momento de su muerte y a partir de entonces, han seguido causando daños y perjuicios. Las promesas más sagradas se rompieron, las confidencias y la confianza se traicionaron para los fines más cobardes. No me han dado otra opción que abrir los ojos y ver lo que durante mucho tiempo tuve frente a mí, pero, al igual que papá, no veía.”
Este relato breve, extracto del libro “Hacia un alma de bondad”, no hace sino acercarnos un poco a la vida íntima del filósofo, de que su disertación, aunque dolorosa, no tiene visos más que el sentimiento por la muerte del padre.
Benito Taibo comenta:
“En tiempos oscuros como los que vivimos, siempre es imprescindible encontrar una llama que nos ilumine el camino. Eso hace Christopher con su libro de manera erudita y clara. Habla de Filosofía con una sencillez pasmosa para encontrar en el pasado, en los pasados humanos, una lámpara votiva que, con su fuego, por fuerza aclara las tinieblas. El mejor elogio que puedo hacer frente a su obra, un ensayo profundo e inteligente, que se lee como una novela”.
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