Las Murallas Inciertas
Escribe:Adriano Herrera Álvarez
Hace unos años me introduje a la literatura japonesa a través del escritor y guionista Yukio Mishima (Japón 1925), con la obra “Confesiones de una Máscara”, libro autobiográfico con tintes de discursos psicoanalíticos, introspecciones cristianas, confusión sobre su sexualidad y sublime adoración a “San Sebastián” y su martirio, cuadro de Guido Reni (Italia 1575). Los textos son fuertes, vigorosos, crudos, evidencían, voz que proviene de un interior lleno de conflictos existenciales, que finalmente lo llevaron al “suicidio” ante miles de soldados de las fuerzas armadas japonesas. Tuvo como todo ser humano, los elementos necesarios para todo lo que quiso hacer, trascender, que el mundo supiera lo que el talento japonés brinda al mundo, encontrándose con murallas que influyeron para su estilo de vida y el fatal desenlace; pero sin estas, quizá no hubiera escrito sus libros, la locura y la inspiración llegan de la mano trabajando en ello, a pesar…sin pesar. Sin las contraindicaciones que surgen en la vida, las murallas que se yerguen ante nosotros son la médula en donde se construyen nuestras historias, como resultado de la estrategia para vivir, las estadísticas bajan o suben hasta llegar al Poder, en donde todo es posible: las aberraciones o las virtudes, la ignominia y el placer, plenitud, realización, analítico gozo interior y la conciencia trabajando a cada segundo en cada palpitación creativa, como una bella danza con todo. Pero si llevamos las murallas al macro, por ejemplo, las ciudades, ¿hay ciudades amuralladas?, claro, pongo como ejemplo la Ciudad de México, con más de veinte millones de ciudadanos, rodeada de cerros, montañas, volcanes y que en casi toda su planicie esté asentada una de las ciudades más grandes y problemáticas del mundo, incluyendo la contaminación ambiental que representa la gran urbe. Si hiciéramos una encuesta con respecto a las personas que habitan ese “…Valle de lágrimas en donde Dios nos ha colocado…” (Jorge Ibargüengoitia), la mayoría están conformes con su modo de vida, aunque esto represente saltar muros diariamente, no interesa la inseguridad, el hábito a la pérdida de horas en las transportaciones, asaltos, terremotos y más en la otrora ciudad más transparente, hace ya decenios, irreversible -para los sistemas políticos mexicanos-. En el libro “La Ciudad y sus Muros Inciertos” de Haruki Murakami (Japón 1949), exponencialmente recurre a la realidad-fantástica, veamos un ejemplo análogo, simple: la Ciudad de México tiene muros inciertos, en la macro perspectiva, digamos, vivimos en una colonia X rodeados de vecinos, salimos al centro, la despersonalización nos invade desde adentro, muros, vivimos entre muros; trabajamos en locales hechos de concreto, nos encerramos en un traslado rodeado de plástico y fierros, metafóricamente todo esto son espaciosos y reducidos muros. En la micro medida, estoy dentro de un cuerpo, puedo sentir el flujo de la vida verter su virtud en absolutamente todo, en este momento, escribiendo, estoy realizando involuntariamente movimientos en un cuerpo en donde manda la mente, puedo ver el mundo, escuchar la sagrada música, leer, amar, gozo procesar los pensamientos y las ideas, muchas veces acertadamente, otras no tanto, a fin de cuentas también estoy rodeado de un muro: mi cuerpo, la piel constituye lo que he hecho en mi historia, refleja lo que se vive dentro de ese cosmos de infinita espiritualidad, donde nos rigen ciertamente leyes naturales, lo interesante dentro de este rubro, una de las cosas más importantes, entrar al nuestro mundo interno, abrirse desde lo más profundo a la vida, que sea lo que sea, a fin de cuentas, “los dioses todavía están jugando a los dados con nuestras vidas.” Inasibles, inciertos, a veces. Baste abrir la ventana, se ve el paisaje verde, gravita un aroma a flores y el sabor del viento generoso, las palabras mágicas que me han llegado de miles de partes, libre, sobre todo…sin reservas caminar despacio pero sin pausa, utilizar la ciencia de la Imaginación Creativa para mi espacio fecundo imaginativo, creador, elixir maravilloso para vivir…