El Mal
Adriano Herrera Álvarez
“Ustedes que son malos” Mateo 7:11 Nuevo Testamento
¿Qué es el mal? Lo contrario al bien, lo que se aparta de lo lícito y honesto, daño u ofensa que alguien recibe en su persona o hacienda, desgracia, calamidad, enfermedad, dolencia, según la Real Academia Española, puntualizando, hay otros males: el asesinato, la violación, la pederastia, el estupro, la tortura, el robo, secuestros, parricidios, mentiras, asesinar por placer o enfermedad y otras más que ahora se me escapan. Para esta columna que se publica en Bitácora Multimedios, he consultado “Historia Universal de la Infamia” de Jorge Luis Borges y a Hugo Hiriart en Letras Libres. ¿Quién duda que el humano es un animalito muy perverso? Sí, perverso, pero ¿qué tanto?
En 1989, en Florida, fue ejecutado Ted Bundy, el cual era simpático, educado, había estudiado Derecho en la universidad, guapo, inteligente, desenvuelto, y a este buen partido para muchachas solteras se le atribuyeron 32 asesinatos durante su juicio, aunque se cree que fueron muchos más que no pudieron aclararse; calculan unos cien. Bundy mataba solo mujeres, mujeres que no conocía, que encontraba, para fatalidad de ellas, al azar. Esto es, no tenía motivo alguno para hacerles daño.
La falta de motivo es una de las características distintivas y más inquietantes del mal salvaje. Cualquier motivo ulterior rebaja la saña del mal. El mal puro ha de hacerse porque sí, sin razón. Los objetivos al cometer la falta, los propósitos restan interés y ponzoña al mal. Si alguien roba el reloj de un señor, es obvio que su objetivo no es hacerle daño al señor, sino apoderarse del artefacto.
Ciertamente hay falta en el hecho que el ratero no percibe, o si percibe no le importa el daño que infiere al señor. Este es el lado psicopático del delincuente, no imaginar la interioridad de sus semejantes.
Las pasiones que turban y oscurecen el ánimo son, como se sabe, atenuantes de responsabilidad, esto es, de culpa. Bundy era frío, gélido, parecía no estar perturbado por pasión alguna, excepto, claro, la pasión de matar que lo subyugaba por completo y por eso parece un personaje materializado en la oscuridad a través de las maldiciones cantadas por una bruja: cuando él aparece, las razones se esfuman y queda un especie de vacío.
Aristóteles razonó que las acciones humanas se explican como medio que se cree apropiado para alcanzar un fin. ¿Por qué se levanta y camina esa señora? Porque tenía sed y quería saciarla (fin) y fue por un vaso para beber agua (medio adecuado). No hay finalidad, no hay explicación. Si hay mal, no hay explicación; si hay explicación, el mal pierde virulencia.
Bundy se enamoró, tuvo novias, casó, tuvo una hija y asesinó con gran crueldad, violencia, ferocidad a muchas mujeres. Sólo mujeres, eso sí. Bundy se consagraba de tiempo completo a matar. No pensaba en otra cosa. Violar, con saña bestial y asesinar mujeres fue para Bundy obsesión frenética. Dos veces se fugó de la cárcel (una adelgazando para poder escurrirse entre los barrotes), solo para seguir cometiendo sus atrocidades. No podía pensar ni hacer otra cosa. Pero el error siempre acecha, aun el más meticuloso de los perfeccionistas: una muchacha a la que ya tenía esposada (tal era la herramienta usada por Bundy en sus crímenes) logró escapar del Volkswagen color crema del asesino, y ella aterrada dio parte a la policía y dictó un retrato hablado. Una amiga de la esposa identificó a Bundy y lo delató a las autoridades. La búsqueda dio comienzo, todavía Bundy tuvo tiempo de perpetrar otros asesinatos, el último el de una niña de doce años.
El juicio fue dilatado. Al inicio Bundy se defendió solo, era abogado, después ya delegó. Bundy recurrió a todo, hasta el chantaje de ofrecer aclarar asesinatos indescifrados, cometidos por él, a cambio de su vida.
Cuando no hubo nada que hacer, sentenciado ya a muerte, Bundy dio su última y suprema lección: al salir del tribunal, Bundy se volvió a los periodistas y les dijo: “Yo no estoy loco, solo soy un hijo de puta de sangre fría”. Solo supera esta declaración la de Yago en Otelo, suprema muestra de perversidad, cuyas últimas palabras son: “No voy a decir nada”. Y desde ese entonces nadie ha podido explicar la conducta del prodigioso personaje.
En México en este rubro, tenemos nuestra propia historia, tomemos desde Goyo Cárdenas, Las Poquianchis, las muertas de Juárez, la masacre del 2 de octubre del 68, Lola la Tamalera (mató a su esposo y puso sus carnes en los tamales que vendía en la vía pública, hasta que uno de los comensales encontró en su tamal una falange del infortunado marido), los feminicidios actuales, los 43 estudiantes en Guerrero, los niños muertos de cáncer por falta de medicamentos en el sector salud, la vergonzosa hambruna, los asesinados a causa del narco en complicidad de ya saben quien, en este momento histórico se están cometiendo infinidad de asesinatos en este mundo cruel en que Dios nos ha depositado. El mal radica en nosotros en diferentes proporciones, ¿cuántas veces no hemos pensado en matar a alguien, por nimiedades como que se nos atraviese cuando conducimos nuestro auto? Hay entre las personas pensantes que aseveran que el mal es controlable.
¿Usted qué piensa….?