HB
Adriano Herrera Álvarez
Hace cuatro horas, a las 5:00 de la mañana, hoy, 13 de agosto del 2022, mi padre murió a los 94 años. Después de una larga, muy larga vejez enferma, me comentó en más de una ocasión: “La vejez es el verdadero infierno en este mundo…”, en el otro mundo, pues ya veremos.
Hace unos años que no lo veía, ya nuestra relación por la lejanía, fue telefónica y noté su declive en su manera de expresarse, hasta llegar al punto de que ya no le entendía lo que por el auricular trataba de decirme, era su cuidador el que me servía como una especie de interpretador de lo que quería comunicar HB. El mundo perdió a HB, nosotros sus hijos perdimos a un padre, un ser nada perfecto, con un carácter fuerte, pero supimos todos que nos quería, a su manera, su temperamento era rudo, intransigente, necio, con arranques de ira, enojo, bastante intensos, a veces hiriente, pero tenía un amor -quizá un tanto escondido-, que cuando lo demostraba era el mejor padre del mundo. Yo fui el segundo de ocho hermanos: Nilda, Adriano o sea yo, Anayansi, Yarabí, Adriana, Waldo, Adriano y Mauricio.
Fue un pintor disciplinado, pintaba diariamente varias horas en el piso que tenía arriba en el edificio de correos en el centro de Panamá, fue maestro e inauguró la Escuela de Artes Plásticas en su natal Santiago de Veraguas, su vida fue fecunda. Buen deportista de basketbol, bebedor hasta los cuarenta y cinco, mujeriego pero no jugador… tenía su dosis de anarquía y misantropía, escribía en un diario, siempre contra el régimen, los Estados Unidos y su colonialismo, llegó a pintar uno de sus mejores cuadros intitulado “El Sátrapa”, como una metáfora de lo que él detestaba sin llegar nunca a tener tintes comunistas ni a algo que se le parezca, era un libre pensador. Fue director de Artes Plásticas en el gobierno de Omar Torrijos Herrera y con la oportunidad de aprovechar su estatus, nunca quiso hacer de la política algo que le redituara grandes cantidades de dinero, en ese aspecto fue una persona honesta y útil para el bien de las artes. Después de graduarse en la Academia de San Carlos en la Ciudad de México, viajó a Europa, y mucho después visitó Japón. HB tuvo una buena vida, disfrutó lo que la vida le brindó y más. Lo lamentable, quizá y doloroso fue vivir tantos años, por las enfermedades e incapacidades inherentes en que nos surte el final de una vida tan larga.
HB sobrevivió a la conducta de sus ocho hijos, porque por lo menos yo no era una manzana fácil de digerir, mi problema era mi rebeldía, indisciplina, un verdadero dolor de cabeza para mis padres y maestros, tanto en la primaria como en la secundaria: expulsiones, peleas, pintas y otras aptitudes. He perdido en mi memoria de cuántas secundarias fui expulsado, me fui varias veces de casa, la última me fui a vivir con una prostituta, después supe que mi padre le pasaba por debajo de la mesa unos dólares para mi manutención, pero él nunca me buscó para regresar a casa, era una guerra declarada de la cual nadie salió ganador y si lo veo ahora desde otra perspectiva, tampoco hubo perdedor. Yo tenía quince años cuando me corrió la última vez, yo, raudo, veloz salí corriendo, por más que quiso, cinturón en mano, nunca me alcanzó.
En 1982, fue mi mecenas -para mi viaje a las islas e islotes donde comienza el nudo del Darién, la barroca selva amazónica de San Blas-, para mi último trabajo audiovisual en la universidad, me consiguió un intérprete, un ayudante fotógrafo, así que salí del aeropuerto de Paitilla en una carlinga con destino a Narganá, la capital isleña de los kunas. Estuve una semana en el Caribe en aquellas islas y playas de ensueño, finalmente mi trabajo fue uno de los mejores, la embajada del Brasil me compró el audiovisual, posteriormente armé otro, ya que saqué más de 400 diapositivas, en un tiempo sin internet, celulares, redes sociales, todo esto estaba apunto de nacer.
Recuerdo, sí recuerdo la última despedida en el aeropuerto de Tocúmen, hoy Omar Torrijos Herrera, con mucho cariño, con muy buenos deseos. Posteriormente vinieron sucesos de cada uno de mis hermanos, unos agradables, otros trágicos, pero la mayoría buenos. Descansa en paz padre que en un futuro quizá nos encontremos y platicaremos y te abrazaré y te contaré mi vida y reirás con esa carcajada tuya tan sonora…Adiós padre, adiós HB…