Por: Arturo Maximiliano
Cada generación vive sus grandes oportunidades y, con ellas, también convive con enormes retos. Hoy, la tecnología juega un papel fundamental; internet, redes sociales e inteligencia artificial han sido y son determinantes para moldear nuestra sociedad y economía, y seguirán cambiándose con un dinamismo pocas veces visto. Por su parte, el cambio climático es un asunto altamente preocupante, donde, sin el compromiso de gobiernos, empresas y ciudadanos, la vida en el planeta será cada vez menos adecuada para los seres vivos que lo habitamos. En esta misma línea, la migración es otro de esos fenómenos globales que ha tomado una relevancia primordial, y hablar de ella, tanto a favor como en contra, se ha convertido políticamente correcto, de acuerdo con el color del cristal con el que se vea.
El movimiento de seres humanos de un lugar a otro es parte de la historia del mundo en el que vivimos, y su desarrollo solo se puede explicar precisamente con esta tendencia de ir hacia mejores lugares para vivir, donde hubiera agua, mejor clima, mejores condiciones para la producción, y por la ambición de riqueza natural explotable que hizo que se emprendieran tantas y tantas expediciones que terminaron por ser factores de colonización y, posteriormente, de desarrollo de lugares que hoy son países importantes, así como lugares que fueron ricos y ahora son solo productores de pobreza y carencias extremas.
A medida que las ciudades crecieron, también lo hicieron las necesidades de servicios e infraestructura para satisfacer las demandas básicas de la población, lo cual no solo fue trazando lugares más favorecidos que otros, sino también la imposibilidad de proveer a todos con lo elemental: espacios en las escuelas, atención en clínicas y hospitales, así como agua, transporte y tantas otras necesidades del ser humano, además de las posibilidades de encontrar un trabajo en economías que demandan un cierto número de trabajadores, pero que siempre es menor al número de aquellos que quisieran tener empleo.
Así, la política de las naciones y sus ciudades cambió mucho con respecto a seguir recibiendo migrantes, tanto internos como externos. Pero no solo eso, sino que hoy en día es políticamente correcto para muchos líderes populistas y de derecha en Europa, Estados Unidos, Canadá y otros países desarrollados, hacer campaña en torno a frenar la entrada de extranjeros a sus países, mismos que, en algún momento y aún ahora, son la base de su crecimiento y éxito. Sin embargo, en las tendencias políticas actuales, vende mucho el discurso de cerrarse a su ingreso, ya sea legal o ilegal, porque sus electores exigen frenar esos flujos migratorios. Afirman que no quieren más personas que, según ellos, les quitan trabajos, saturan los servicios que ya no alcanzan para los que viven en esos lugares, deshumanizando el movimiento de personas que buscan mejores condiciones económicas, que huyen de violencia o de las transformaciones del clima que ya no permiten su desarrollo.
Por otro lado, estamos quienes protegemos los derechos de los migrantes y nos oponemos, no a los controles, sino a la falta de respeto a los derechos humanos de quienes ya viven en otro país distinto al de su origen. Particularmente, en el caso de la relación entre México y Estados Unidos, el tema de la migración se presenta como el gran tema de la agenda bilateral, donde se sataniza injustamente el papel de los mexicanos, que han sido determinantes en la prosperidad de la primera potencia del mundo. Sin ellos, sería imposible disfrutar de los servicios con los que hoy cuentan, tanto públicos como privados, sin la existencia y el trabajo duro de los connacionales. Actualmente, están enfrentando probablemente la política migratoria más amenazante de la historia, que ha empezado a aumentar significativamente las deportaciones, lo que genera la necesidad de comenzar a generar políticas de reintegración para nuestros paisanos a su tierra, a sus ciudades y comunidades.
Ante esta crisis, la operación del Consejo Asesor para las Migraciones de Querétaro, contemplado en una ley local, que propicia la coordinación entre el Ejecutivo del Estado, la Legislatura y los Ayuntamientos, es un elemento fundamental para dar una respuesta bien estructurada al reto que representa atender y reintegrar social y económicamente a repatriados, migrantes en tránsito, migrantes que decidieron quedarse en nuestra entidad y aquellos que, por su propia voluntad, han decidido ya no quedarse en Estados Unidos ante el riesgo latente de ser deportados y, peor aún, separados como familia. El Consejo será, sin duda, una institución que llegará en el mejor momento, una coyuntura donde priorizar este tema tan sensible pasará del discurso a las acciones, con un análisis serio de las capacidades institucionales sumadas en beneficio de nuestros migrantes.