Joaquín Antonio Quiroz Carranza
Epitafio
Aquí yace fulanito, que gastó su juventud reuniendo dinero.
En su senectud gasto el dinero, buscando salud.
Aquí yace, sin dinero y sin salud.
Anónimo
Sin querer saber por qué se padece gastritis, colitis, úlceras, hernia hiatal, reflujo, tos crónica, obesidad, colesterol elevado, diabetes, cálculos renales y vesiculares, espolón calcáneo, ácido úrico, alergias, infecciones recurrentes, dolor menstrual, quistes de mama y ovarios, prostatitis, cáncer, entre un sin fin de afecciones; sólo se desea una cura milagrosa, la panacea, la imposición de manos que lo libre de todo mal. La ignorancia es tan grande que únicamente se desea ser funcional al trabajo, sobrevivir y al final morir sin haber vivido, como afirmó Fromm.
Se sobrevive entre cajas de medicamentos, pruebas médicas, endoscopías, radiografías, tomografías, análisis clínicos para conocer los niveles de glucosa, colesterol, ácido úrico, un infierno de visitas a diversos especialistas, gastroenterólogos, internistas, urólogos, dermatólogos, proctólogos, ginecólogos, oncólogos, entre otros, biopsias, cirugías, y ni que decir de los créditos, préstamos, ventas de urgencia de los pocos bienes materiales de que dispone la familia.
Es como dijo, Gabriel García Márquez, “la increíble y triste historia” de la candidez del enfermo, el devenir de la inmensa mayoría de los seres humanos que sumidos en la ignorancia de no saber y de no querer saber cual es el origen y las causas de las enfermedades y de cómo evitarlas, se abrazan amorosamente a la fuerza que los oprime, pues entre el dolor y la nada prefieren el dolor, como dijo William Faulkner, esto, junto con el deseo avaricioso del consumo efímero, representa la crónica de una muerte anunciada, a decir de Gabo.
Dónde quedó el logos de la vida, ese sentido originario de ser feliz compartiendo el bienestar, de amar al prójimo como a uno mismo. Se sobrevive sufriendo, con miedo a vivir y a ser libre como afirmó Erich Fromm. Dónde quedó el amor jurado, la mano tibia, el rincón secreto, todos los afectos se trastocaron en cacharros inútiles, que se deshacen con la misma celeridad que la existencia. Y más aún dónde enterramos el deseo de trascender, ese impulso ontogénico por recordar y ser recordado, una de las cualidades que no hace humanos.
Perdón, haré una pausa en esta reflexión, para dar tiempo al lector que tome la pastilla correspondiente: ¿cuál le toca ahora?, será losartán, amlodipino, metropolol, metformina, cuántas unidades de insulina deberá inyectarse, cuándo es la siguiente consulta……