Joaquín Antonio Quiroz Carranza
Mucho se dice sobre la salud, pero pocos entienden a cabalidad su significado, tal vez la mejor definición de este concepto sea la emitida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el año de 1946 que dice “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Por otra parte en la legislación mexicana, específicamente el artículo 512 de la Ley Federal del Trabajo señala la obligatoriedad de las autoridades laborales de emitir los reglamentos e instructivos para prevenir los riesgos de trabajo, enfermedades profesionales y asegurar la salud de los trabajadores.
Entonces podemos afirmar que las causas de enfermedad son las condiciones y circunstancias de vida: el trabajo asalariado, independientemente de la presencia o ausencia de prestaciones y seguridad social, las condiciones de la vivienda y el hacinamiento, la alimentación, la forma de adquirir y construir el conocimiento, las relaciones interpersonales y el comportamiento emocional que todo ello genera, la calidad del aire del entorno en que se vive, la existencia o no, de áreas verdes y su calidad, las características del transporte, la existencia de un ambiente seguro y el tipo de valores humanos que se practican, entre otros factores.
Ningún tipo de infraestructura hospitalaria por más completa y moderna, especialistas médicos por encumbrados que sean, fármacos o intervenciones quirúrgicas por modernas y famosas que puedan ser, jamás podrán construir lo que afirma la OMS, si no se armonizan las condiciones de vida de las personas en los aspectos físico, mental y social. Mientras exista explotación laboral, inequidad, desigualdad, injusticia, violencia, represión, hacinamiento, falta de servicios en las viviendas y falta de viviendas, opresión escolar y un sistema de enseñanza que doblega el espíritu humano, ignorancia, avaricia, escasez para unos y sobreabundancia para otros y un ambiente social donde se da preferencia a los objetos materiales por sobre los afectos humanos, la salud estará irremediablemente perdida.
Lo más sincero sería colocar un letrero en cada hospital y clínica del sector privado y público advirtiendo a los usuarios y derechohabientes que si no cambian su forma individual y colectiva de vivir, deben como escribió Dante Alighieri en la Divina Comedia “¡ Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!”. El mal llamado sistema de salud es simplemente un paliativo que únicamente contribuye a minimizar las afecciones y enfermedades pero no se compromete a ser copartícipe en la transformación de las condiciones de vida de los propios trabajadores sanitarios y del resto de la población. Una de las evaluaciones más duras que podríamos hacerle al sistema médico sería analizar las condiciones de vida y salud de todo el personal sanitario en toda jerarquía médica, y la hipótesis es que esta sería una muestra representativa de las condiciones de vida y salud del resto de la población, donde prevalecerían las siguientes afecciones: obesidad, hipertensión, diabetes, tabaquismo, alcoholismo, depresión, ansiedad, mala alimentación, entre otras. Ojalá alguien con datos pudiera decirme que esto no es cierto. Tal vez por ello el Nazareno hacía tanto hincapié en la ley primera: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.