Por: Baldomero Pérez
@tojolobaldo
EL DEBATE INTRASCENDENTE
“No quiero convencer a nadie de nada. Tratar de convencer a otra persona es indecoroso, es atentar contra su libertad de pensar o creer o de hacer lo que le dé la gana”. Esta es una de mis citas favoritas del poeta Jaime Sabines; la traigo a la memoria a propósito de los debates electorales que se han desarrollado durante este proceso. Me hace pensar en la incapacidad que tienen muchos candidatos para argumentar, claro que influye el formato de los debates, la logística, las encuestas y la coyuntura, pero influye más la incapacidad argumentativa de los candidatos. ¡Argumentar no es lo mismo que acusar o descalificar!
Ni los debates determinan tendencias, ni las tendencias fijaron el tono del debate, cuando menos en el tercer episodio de los presidenciables. En fin, falta menos para despejar dudas.
APUNTES DE CAMPAÑA
A escasos días de la elección del primero de julio, quiero hacer algunas anotaciones sobre los escenarios que arrojarán los resultados. En el primer distrito federal hay una tendencia irreversible con la preferencia por la candidata del llamado “Frente”. Las proyecciones, conjeturas y probabilidades no serían fáciles si no se apela a eso que llamo capacidad de argumentar; Sonia Rocha cumple con requisito fundamental para las campañas modernas, es carismática, genera una empatía auténtica, y logra generar un equilibrio entre su agenda legislativa y un discurso asertivo.
Astrid Ortega candidata de la Coalición “Juntos Haremos Historia”, es un cuadro joven de MORENA con un discurso totalmente de izquierda y en defensa del proyecto de Andrés Manuel. El efecto de arrastre del candidato presidencial le favorecerá para tener un alto porcentaje de votos pero no le alcanzará; lo más realista es que disputará el segundo sitio con el priista David Palacios. Sin embargo, lo más interesante no son los números, en un ejercicio analítico estamos obligados a cuestionar y evaluar las propuestas; en este sentido, su reiterativa consigna por penalizar la demagogia me parece algo sin mucho sustento, pues el propio proyecto nacional de Morena raya en la sobre oferta electoral, es decir, se ofrece de todo sin importar el alcance real para materializar la agenda pública.
Los tres factores por los que David Palacios tiene garantizada una derrota son: a) la marca de un partido que tiene una profunda crisis de credibilidad; b) la división interna local de un priismo que se ve más cómodo con las posiciones plurinominales; c) porque es un candidato que no termina por proyectar frescura, es un joven al estilo del viejo PRI con una retórica obsoleta para el oído de los votantes; además de comunicar de manera confusa sus propuestas. Cuando ofrece ampliar la red de telefonía e internet, no explica los efectos reales de la reforma estructural en materia de telecomunicaciones; y su planteamiento acerca de quitar candados a las reglas de operación en programas sociales es casi imposible cuando estos lineamientos se convierten en el eterno “estira y afloja” entre el gobierno y los beneficiarios. A pesar de ello, creo que no se trata de penalizar la demagogia, se trata de exigir capacidad argumentativa para entender lo que proponen.
Sobre el resto de los candidatos hay muy poca información disponible, lo cierto es que la participación del Partido Verde y Nueva Alianza van a modificar los resultados; pues en el 2015 la alianza que hizo ganar a Hugo Cabrera hoy va dividida. En este contexto, a pesar de los intentos por la manipulación de los programas federales, yo no compro la teoría de que la maquinaria electoral se activará para condicionar el voto, por una sencilla razón, el análisis electoral demuestra que el PRI viene a la baja y que el voto rural en cada elección pierde fuerza y clientelismo. No coincido con la apuesta que sugiere mi estimado colega Don Andrés González en su columna del 9 de junio en Códice Informativo, más bien creo en el poder de la ciudadanía y en las proyecciones analíticas, de cualquier forma en este oficio no hay oráculos de los que podamos echar mano.