La amenaza de soltar al tigre
Por: Baldomero Pérez
@tojolobaldo
Durante la pasada Convención Bancaria en Acapulco Andrés Manuel López Obrador habló de una serie de medidas para garantizar la estabilidad económica; se pronunció por el no aumento de impuestos, por acabar con la corrupción, promover la inversión extranjera y respetar los contratos petroleros, y por cierto, no encarcelar a Peña Nieto. Ciertamente el “aplausometro” le favoreció a Meade y a los argumentos bien estructurados del independentista Armando Ríos Piter, sin embargo, la agenda mediática la marcó la idea de Andrés Manuel López Obrador sobre la manifestación o sublevación de un “tigre”, como metáfora de las reacciones sociales ante la inequidad del proceso electoral o ante el fantasma de un posible fraude electoral.
La cita textual de lo dicho por AMLO es la siguiente: “Si se atreven a hacer un fraude electoral, yo me voy a Palenque, y a ver quién va a amarrar al tigre, el que suelte el tigre que lo amarre, yo ya no voy a estar deteniendo a la gente luego de un fraude electoral, así de claro, yo por eso deseo con toda mi alma que las elecciones sean libres y limpias; y que decida el pueblo quién será el presidente.”
Vale la pena reproducirla porque debatir sobre el trasfondo, el simbolismo y su significado político es parte del debate al que le rehúye cara a cara con otros candidatos, cosa que desde las letras libres si podemos empujar y provocar. Evocar a la furia del “Tigre” tiene la connotación histórica de un dicho de Porfirio Díaz hacia Victoriano Huerta, quien aludiendo al contexto revolucionario y antirreelccionista dijo en el momento de zarpar a su auto exilio en Europa: “Madero ha soltado al tigre, vamos a ver si puede domarlo”.
En el caso de las elecciones de 2018, remembrar la historia puede ser parte del nacionalismo moral que ha caracterizado a AMLO; pero creo que se trata de algo más problemático y caótico. Se refiere a la ruptura de las élites, a una amenaza tácita contra el poder de quien concentra mayor poder; es un modo perverso y maniqueo para persuadir al electorado desde las posturas de mayor crítica a AMLO o desde la más sentida idolatría a su proyecto. La historia nos enseñó que los procesos de cambio violentos con rupturas profundas en el sistema no solo afectan al status quo, sino que desborda al tigre de la miseria, la violencia, la inseguridad, la crisis económica, la falta de oportunidades para el esparcimiento y la recreación. Hoy, ese desequilibrio es el que menos quieren experimentar las élites, la ciudadanía y el Estado; el tigre ya anda suelto y es el desequilibrio del cual, más bien, se pretende salir a través de un sistema político eficaz. Optar por la simple idea de domar, contener o amarrar a la bestia enojada sería el peor error para la élite gobernante.
El fantasma del fraude electoral es el fantasma del AMLO iracundo, subversivo, necio y obstinado con un discurso que no es efectivo para enfrentar la cruda realidad de un México desigual, inequitativo e injusto. Andrés Manuel y MORENA tienen un diagnóstico muy certero sobre esas inequidades sociales que vienen desde el porfiriato y que se ahondan en el siglo veintiuno. La amenaza del “Tigre” es un síntoma de un escenario de polarización social, pero creo que su discurso pierde legitimidad y resistencia ante un embate más racional y democrático, me refiero al embate de la organización de la sociedad civil, la pluralidad política o la construcción de instituciones electorales sólidas desde las trincheras ciudadanas y apartidistas.
FE DE ERRATAS: En el número 510 de Bitácora la columna de opinión titulada “Anaya y la guerra electoral” se suprimieron los párrafos finales; el texto íntegro se puede consultar en: http://www.bitacoramultimediosmx.com/categoria/columnas/