Sufragio efectivo sí reelección
Por: Baldomero Pérez
@tojolobaldo
¿Qué define a un legislador? ¿Qué representa? ¿Qué hace? Ciudadano, representante, defensor de la colectividad, luchador social, gestor, auditor, líder gremial, contrapeso del gobierno, corruptor, incorruptible, improductivo, diarrea legislativa, reformista asolado, encantador de pobres, interlocutor de causas e intereses, diatriba contra la oposición, cómplice del poder, promotor de la crisis, demócrata y no demócrata.
Sería interminable describir los adjetivos y características que nos dan referencia mínima de la importancia del papel que tienen los representantes populares para la vida institucional. Por primera vez en el “México de la transición democrática” podremos entender y hacer valer el castigo o premio a través de la reelección para el caso de diputados locales.
Muy pronto veremos a candidatos a ocupar un cargo legislativo (diputados locales, diputados federales y senadores) quienes empezarán a hablar y ofrecer un Querétaro competitivo, que abrogarán la reforma educativa, y todo lo que huela a reformas estructurales, también escucharemos aquellos que se comprometerán a tener mejores vialidades o caminos, y otros que gestionarán recursos públicos para sus respectivos distritos. Algunos más, tendrán la osadía de ofrecer lo imposible: un puente, una escuela, un campus universitario, bajar el sueldo del gobernador, y una larga lista de promesas que rayan en la ilusión.
Desafortunadamente no habrá tiempo y no tendremos oportunidad de debatir la oferta de los candidatos, los tiempos de campañas se han delineado para obstaculizar el debate de propuestas reales, y por el ende, el discernimiento de una agenda legislativa del interés ciudadano.
La cultura política de los mexicanos fue moldeada por la consigna revolucionaria “sufragio efectivo no reelección”, y aún no alcanzamos a distinguir los beneficios democráticos e institucionales para ejercer la posibilidad de dichos escenarios.
La vieja teoría política ilustrada sobre el equilibrio de poderes, parece ser un anecdotario para la formación de juristas, filósofos o politólogos. La falta de autonomía y el control excesivo de tienen los gobernadores hacia los congresos de sus estados, es el signo de una democracia republicana simulada; y representa el más grande desafío para provocar el reencuentro del legislador con el pueblo.
La reelección legislativa es una extraordinaria forma de conseguir mayores canales de participación ciudadana, esquemas de mejor transparencia y rendición de cuentas; por otro lado, promueve la profesionalización de los órganos legislativos, y que los diputados se conviertan en conocedores del proceso para hacer leyes. Sin embargo, hay una percepción ciudadana sobre el desconocimiento de la función de diputados, además, una falta de legitimidad en aquellos temas que logran mediatizar.
¿Los diputados desquitan lo que ganan? ¿Cómo hacerle para que los diputados tengan más y mejores canales de transparencia y rendición de cuentas? La respuesta puede derramar litros y litros de tinta, debates interminables, pero lo trascendental para la cultura democrática de los electores es que durante las campañas, los ciudadanos encaren a quienes regresarán a pedir el voto y en conjunto resuelvan estos dilemas.
El sufragio efectivo hoy se debe entender como el ejercicio a conciencia para premiar o castigar el trabajo que entregan los representantes populares; el sufragio efectivo tendrá que medirse a partir de la transparencia, la austeridad y la capacidad de quienes busquen la reelección para hablar a la ciudadanía sin tapujos; la reelección será como el instrumento que sirva de vendaval para sacudir los discursos vacíos, la falta de iniciativa para determinar agendas y causas legislativas más justas y productivas.