¡Madre!
(Mother! | Darren Aronofsky | Estados Unidos | 2017 | 121 min) Calificación: 9/10
Acumulación y nuevos comienzos
En su libro “La industria del fin del mundo” el novelista y ensayista mexicano Ignacio Padilla fallecido en Querétaro el año pasado, escribió que el imaginario apocalíptico tiene dos grandes y antagónicos representantes: Juan de Patmos y Noé. Para Padilla el apocaliptisimo de Juan de Patmos es catastrofista y ha esparcido semillas de odio y miedo por todo el mundo. En contraste la figura de Noé, puede llevarnos a nuevos modelos de acción más “cordiales”, o como sintetiza Padilla, que nos lleven a “actuar responsablemente sobre un mundo en verdad amenazado por el desastre ecológico, un desastre que habría sido acelerado por la propia humanidad” (p. 165). Precisamente, Arnosfsky en su película anterior “Noé” (2014) representó una humanidad que torturaba y devoraba inmisericordemente a los animales y que ningún respeto tenía por la naturaleza. A esa humanidad había que castigarla. Por eso el diluvio. Entre esa despiadada multitud, Noé y su familia encarnaron una esperanza, una forma diferente de sobrevivir y de relacionarse con las personas y con la naturaleza. Con ellos, el mundo podía empezar de nuevo.
La premisa de ¡Madre! en principio es confusa. En una casa aislada de la civilización viven un poeta (Javier Bardem) que está buscando la inspiración suficiente para crear de nuevo y su joven esposa (Jennifer Lawrence), una mujer abnegada que se entrega por completo al cuidado, la remodelación y el sostenimiento de la casa. Su relación más que idílica, no está exenta de tensiones aunque ella haga todo por dar siempre una buena cara a las adversidades. El escenario comienza a agrietarse cuando un hombre moribundo y misterioso (Ed Harris) aparece en la casa con la excusa de que siempre había querido conocer al poeta y pasar tiempo con él. Es aquí cuando la película comienza a aglutinar una serie de personajes y eventos simbólicos que van apuntando primero con inteligencia y disimulo y luego explícita y groseramente, a la ambigua lección que pretende darnos Aronofsky: siempre habrá la oportunidad de comenzar de nuevo nuestra historia aunque antes haya que pasar todo, incluyéndonos nosotros, por las llamas abrazadoras del fuego.
Los visitantes se van acumulando en la casa del poeta al tiempo que descubrimos la desmedida ambición de Aronfksy de compendiar en cuatro paredes la historia occidental antes y después de Cristo al mismo tiempo que esboza una complicada relación de pareja entre un hombre ególatra y una mujer que hace todo lo posible por salir de la dinámica opresiva y violenta en la que ha quedado envuelta.
Se ha dicho mucho que ¡Madre! es una cinta oscura, perturbadora y difícil de ver y entender. A mí me
parece más un espejo concentradísimo donde todas y todos podemos encontrarnos. Claro está que a Aronofsky parece importarle poco si su película es tachada con razón de pretensiosa y arrogante, pero en ese empeño ha conseguido una cinta que al mismo tiempo es un grito (un berrinche) ecologista y que recuenta la mitología bíblica desde una óptica personalísima, pero que no deja de ser relevante y pertinente. A pesar de una duración gratuitamente desmedida ¡Madre! es hasta hoy la película más personal de Aronofsky y precisamente por ello, la más contundente.
Samuel Lagunas, Correcámara
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