Por el Hombre de Negro
El 11 y 12 de septiembre de 1971 se llevó a cabo el Festival Rock y Ruedas de Avándaro, en Valle de Bravo, Estado de México. Concebido originalmente como una carrera de autos con música en vivo, el evento se transformó en el concierto más emblemático de la contracultura juvenil mexicana y en un parteaguas para el rock nacional.
Lo que empezó como una reunión modesta se desbordó en un fenómeno masivo: más de 100 mil jóvenes se congregaron al aire libre para escuchar a bandas como El Ritual, La División del Norte, Peace and Love, Los Dug Dug’s y Three Souls in My Mind, entre otras. Con un ambiente de libertad y rebeldía, el festival también incluyó expresiones artísticas, consumo abierto de marihuana y mensajes de paz, lo cual generó alarma entre los sectores más conservadores del país.
Uno de los momentos más recordados ocurrió cuando el vocalista de Peace and Love lanzó el grito de “¡Tenemos el poder!” y “¡Que chingue a su madre el que no cante!”, lo que provocó una reacción adversa de los medios de comunicación y del gobierno.
Al día siguiente, la prensa sensacionalista calificó el evento de “cochinero”, escandalizada por la desnudez de algunas asistentes, el uso de drogas y la actitud contestataria de los jóvenes. La respuesta del gobierno fue inmediata: censura total al rock en medios, represión a las tocadas y cierre de espacios culturales ligados a la juventud. El rock mexicano fue marginado durante años a los llamados “hoyos fonky”, espacios clandestinos donde la música resistió.
Aunque Avándaro fue demonizado por décadas, hoy se reconoce como un momento clave en la historia cultural del país. Fue el despertar de una generación que, a través del rock, buscó identidad, libertad y un espacio propio en una sociedad autoritaria.