Escribe: S. Ramírez
Aun guardo un café…
Ya no es el mismo ni con la misma cantidad,
ya sabes, la edad y mis excesos no son buena combinación…
Me levante adelantándome a la molesta alarma como hace
muchos ayeres no hacía.
Inconscientemente salí del cuarto y me puse un café…
Volví en mí, cuando el agua recorría mi cuerpo y el departamento
ya se inundaba de en olor a café, y tuve mi momento de claridad.
¿Recuerdas ese viejo bar de mala muerte donde la cebada se servía
en vaso grande: el rock popular sonaba y hablábamos entre tantas cosas
de lo extraño que era romper nuestras reglas personales?
Ese fue el único de todo.
Debo confesar que después de ti se duplico el número de reglas y que me
volví obsesivo por mantenerlas integras.
Y así paso más de un lustro.
Ahora observo cómo se rompen algunas.
Sonrió.
Se bien que tú lo harías.
Se de sobra que pagaré el mal que te hice
y siendo sincero, me llena de paz,
saldar esa deuda contigo.
Seguramente mañana otras situaciones y lugares me recordaran
otros pasos y otros caminos, y entonces,
definitivamente no tendré cabida en esta ciudad.