Joaquín Antonio Quiroz Carranza
Decir banco, es decir usura, robo, saqueo, engaño, acoso. Decir banco es remontarnos al proceso de acumulación originaria del capital, brillantemente explicado por Carlos Marx, en su obra monumental y vigente “El Capital, crítica de la economía política”. Decir banco, es decir explotación del trabajo asalariado. Decir banco, es decir FOBAPROA, corrupción, tráfico de influencias. Decir banco, es recordar a Drácula, a Gengis Kan, a Hernán Cortés. Decir banco, es rememorar las Guerras fraticidas, la Alemania Nazi, las Invasiones de los Estados Unidos a diversos países. Decir banco, es traer a la memoria los barcos negreros, la venta de esclavos. Todo ello y más sintetiza la historia y el quehacer de los servicios financieros, llamados bancos.
Sumergidos en una telaraña de legalidad burguesa, los bancos, enquistados en el trono del control monetario, se sustentan fundamentalmente en la ignorancia de las masas, porque los bancos sólo tienen dinero porque hay individuos, empresas y emprendedores que guardan su dinero en esas cuevas de ladrones y usan los sistemas y plataformas financieras, creyéndose o aspirando a ser un gran empresario, deseando transitar de un buen ciudadano a un gran ladrón.
Ningún banco escapa del pecado capital de la acumulación originaria, ningún banco se formó porque sus dueños fueran honestos trabajadores y fervientes ahorradores, todo gran capital se originó en el saqueo, en el robo, el asesinato, en la destrucción de poblaciones originarias, los bancos, sin importar su color actual, su color es el rojo masacre.
Por supuesto que ningún gobierno de izquierda o derecha podría independizarse de los bancos, pero sí lo pueden hacer los ciudadanos de a pie, esforzándose por abolir el trabajo y con ello los mecanismos financieros que lo controlan y por otra parte recuperar el ancestral trueque o diversos mecanismos de intercambio local.
Muchos dicen que el oro o la plata deberían sustituir al patrón dólar, en realidad el patrón de intercambio debería ser la felicidad, en los evangelios se narran diversas explicaciones del Nazareno sobre la riqueza material, uno de ellos dice “no acumules tesoros en la tierra, porque se oxidan, son destruidos por el comején o te los roban; acumúlalos en el corazón donde es imposible que se oxiden, sean destruidos por el comején o sean robados”, otra de las enseñanzas financieras de Jesús es cuando responde al rico cuando éste le pregunta “¿cómo entro al Reino de los Cielos?, la respuesta fue “regresa a tu tierra, vende todas tus propiedades, regala el dinero a los pobres y sígueme”. En un sentido similar Pepe Mujica, exguerrillero y expresidente de Uruguay convoca a no acumular cacharros sino afectos, San Francisco de Asís dijo: “Necesito poco y lo poco que necesito lo necesito poco”, de allí deriva el adjetivo de pobreza franciscana.
Toda publicidad de los bancos se soporta en las enseñanzas del ideólogo de Hitler, Goebbels, quien afirmó que “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Todo lo que digan, haga, afirmen o publiciten los bancos tiene un sólo objetivo: engañar, lograr que los ciudadanos, los trabajadores, los emprendedores y empresarios, se convenzan que los servicios financieros les ayudan, eso es mentira, todos los servicios financieros están desarrollados para robar, al ahorrador y al usuario de los créditos.