Lic. Roberto Cárdenas Cachoa
Plutarco nos enseña a “Cómo sacar provecho de los enemigos”
“La bebida apaga la sed, la comida satisface el hambre; pero el oro no apaga jamás la avaricia.”
Plutarco
Leyendo a Guillermo Fadanelli en estos días, me recordó mi etapa universitaria al mencionar a un filósofo que leí entre apuntes de Derecho Romano y Filosofía del Derecho: Plutarco de Queronea. Una de sus obras clásicas es Vidas paralelas que relata en biografías bien elaboradas la vida de un griego famoso con su par Romano. Plutarco, tuvo la oportunidad de viajar por muchos lugares y de esa forma conoció mucho sobre la naturaleza humana. Aquí les dejo unos ejemplos de su obra emblemática: “Como sacar provecho de los enemigos”: “Si quieres afligir al que te odia, no lo taches de hombre degenerado ni cobarde, ni libertino, ni bufón, ni innoble, sino tú mismo sé un hombre, muéstrate moderado, sincero y trata con amabilidad y justicia a los que tienen trato contigo. Pero, si eres empujado a censurar, ponte a ti mismo muy lejos de las cosas que tú censuras. Penetra en tu alma, examina tus puntos débiles, no sea que algún vicio desde alguna parte, te diga suavemente lo de aquel escritor de tragedias: estando tú mismo lleno de llagas, eres médico de otros”. “No es necesario que el que vaya a injuriar sea gracioso, de voz potente y audaz, sino irreprochable e intachable, Pues a ninguno parece la divinidad ordenar tanto su «conócete a ti mismo» como a aquel que va a censurar a otro, para que, por decir lo que quiere, no haya de escuchar lo que no quiere”. Cómo se puede observar sus palabras denotan mucha sabiduría, en especial para aplicarla en la vida política y en la de cada uno de nosotros, sin duda, la prudencia y el buen ejemplo valen más que toda la estridencia y soberbia del mundo. Cierro con estos argumentos de Plutarco, tomados del mismo libro, que sin duda, se los recomiendo ampliamente: “Pero la mayoría de los que son injuriados no miran si lo que se dice les es aplicable, sino qué otra cosa es aplicable al que injuria, y, como luchadores que no se limpian el polvo, así ellos no se limpian los ultrajes, sino que se salpican unos a otros y, en consecuencia, se manchan y ensucian unos a otros, al caer. Y conviene que el que oye hablar mal de sí al enemigo se libere de su falta con más cuidado que de la mancha que tiene en su ropa y que le ha sido mostrada”. Les dejo mi Twitter: @robercachoa ¡Todo bien!