Escribe.-Edilzar Castillo.
Hace algunos años (por el año 2007) don Pedro vivía en las márgenes del rio Grijalva, en un edificio que tiene varios departamentos, en una calle poco transitada, por esa razón, la gente tiraba la basura a la orilla del rio, a tal grado, esa rivera se transformó en un basurero, donde solo llegan los perros y algunas personas indigentes a buscar algo de comida, el gobierno, no toma en cuenta este lugar, no le hace limpieza.
Desde el departamento de don Pedro, se ve el río, también se ve el puente y la costalera, esa que pusieron para contener el agua, aquella vez cuando el rio creció e inundó a toda la ciudad, incluyendo el edificio donde él vive.
Don Pedro es una persona jubilada, vive sólo, no tiene parientes, su esposa falleció, sus hijos se marcharon.
Para don Pedro ese paisaje el cual ve a diario, es parte de su vida, lo conoce y tiene muy bien estudiado a base de verlo siempre, a todas horas, a veces le llama la atención el ladrar de los perros cuando merodean por allí, o las voces de algunos niños pues, ocasionalmente se asoman por ese lugar.
Lo tiene bien identificado según pasan las estaciones del año, los colores, olores, sonidos, cualquier cambio él, lo detecta inmediatamente.
A veces desde su ventana cuando ve a alguien arrojando basura les grita “Cerdos” pero la gente no le hace caso, como si no existiera y don Pedro se enoja.
Una tarde estaba sentado en su ventana, viendo los pájaros que jugaban en los árboles que están a la orilla del rio, de pronto, en la calle se detuvo una camioneta de buen aspecto, de ella bajo una señorita, rubia, de mediana estatura como de unos diez y ocho años, vestida con unos jeans y una blusa roja (se veían de buena calidad) llevaba en sus brazos una caja alargada, grande, de cartón.
La muchacha se acercó al basurero, caminó sobre de él, se internó un poco, hasta el fondo casi a tres metros del río, allí se detuvo, observó para todos lados; entonces, don Pedro tomo unos binoculares que tenía a la mano y los enfocó hacia la muchacha , la vio cerca, ella recorrió con su vista los pequeños matorrales que habían a su alrededor , camino algunos pasos, de pronto se detuvo cerca, de un montículo de basura, sobre él estaba un sillón viejo, en ese momento la calle estaba vacía, solitaria, desierta, solamente iba sobre el puente un señor que llevaba empujando un pequeño carrito con nieves, creo que no la vio.
Entonces la muchacha se decide y rápidamente coloca la caja sobre el sillón viejo, luego se regresa rápidamente brincando sobre los montículos de basura, como huyendo, corrió hasta la camioneta arrancó, dio vuelta en “U” se alejó del lugar, hasta desaparecer.
Don Pedro siguió desde su departamento y con la ayuda de sus “binoculares todos los movimientos de la sospechosa muchacha, ahora los enfoca hacia el viejo sillón, y vio, allí, yacía la caja. Se levantó de prisa, se puso los zapatos, una gorra, y salió del departamento, dijo a su vecina, “voy a salir un momento a pasear al río”
Mientras bajaba las escaleras del edificio en su mente se formaban muchas suposiciones, provocados por el misterioso proceder de la muchacha, -En esa caja, estoy seguro que hay un recién nacido, esa muchacha se deshizo de él, -para ocultar algo. Qué pena me da esa gente que tiene esa actitud irresponsable y criminal, lo hubiera dejado cerca de una iglesia, o de un hospital, pero aquí, en un basurero, que barbaridad. -¿Qué voy hacer si mi sospecha se confirma?- -A lo mejor llevo al niño alguna Institución, pero a lo mejor ese niño fue puesto allí para mí, para hacerme compañía,- -como estoy tan solo-. -Lo recibiré en casa, lo alimentaré, lo educaré, al fin ya sé cómo se cuida un niño-, – ¿será un hombre?-
Cuando llega a la calle, se detiene un poco, para orientarse, camina, animado, con dificultades, se interna en el basurero, siente agudos olores de putrefacción, usa su pañuelo para cubrirse boca y nariz,- “pero como pudieron dejar una criatura en esta inmundicia” estas son las madres desnaturalizadas de hoy-, -Sin embargo, no hay mal que por bien no venga-.
A ver, allá está el montículo, también el sillón y allí está la caja limpia, haciendo contraste con toda esta basura, se acerca, la ve, manifiesta cierto miedo de tocarla y de ver lo de adentro, voltea a ver al puente, el señor del carrito ya casi está del otro lado, muy lejos, entonces se decide, tiende la mano, levanta la tapa.
Con un gesto de miedo adentro de la caja, dos enormes ojos azules lo miran fijamente, abiertos, con asombro, después ve su pequeña nariz y su boca, con mejillas rosadas. Por fin comprende: Es una muñeca. Esa muchacha lo que hizo, fue el rito de liberación de la niñez a la juventud.
Don Pedro se puso de pie, un poco desilusionado, dijo – a mí que me importan las muñecas,- se dispone a regresar hacia la calle, pero al ir de regreso caminando lentamente, vio un perrito quien lo venía siguiendo, con la cola entre las piernas, era de color gris, con blanco , dijo cuál es el color es ese perro, esta combinado, el perro, siempre con la cola entre las piernas le salta amistosamente, dijo, claro el animal es abandonado y está alegre porque piensa que encontró a un amigo.
Don Pedro le dijo, vamos arriba el perro lo siguió obediente entraron al departamento, le buscó un collar y como dicho collar tenía una letra “C” le dijo -Te llamaras Castaña- el perro movió la cola como aprobando.
Se sentó junto a la ventana, los binoculares estaban donde los dejó, el perro se sentó a sus pies, cerró los ojos como para dormir, toma los binoculares los enfoca rumbo al rio allí sigue la caja, intacta y limpia.