Por: Juan Carlos Hernández Nieves
Coordinador de la Memoria Histórica Documentada del Municipio de Tequisquiapan y cronista honorario de Tequisquiapan.
Estamos celebrando un acto histórico para la población tequisquiapense, 470 años de un suceso que ha generado controversia entre los investigadores y un tanto de confusión a la población, resulta interesante apuntar que aquel acontecimiento sirvió para documentar un día especifico, sin embargo en el territorio señalado ya había un poblado establecido con usos y costumbres; para el año de 1416 arribaron a estas tierras una raza de hombres fuertes, a saber, los otomíes, el objetivo era buscar terrenos propicios para su manutención, se establecieron por la riqueza natural de esta tierra, formaron sus chozas y comenzaron su dominio, así es como comienza el poblamiento de lo que hoy conocemos como Barrio de La Magdalena por naturales otomíes y chichimecas, rasgo importante y testigo son la gran cantidad de capillas antiguas que abundaban en la zona de los barrios (La Magdalena y San Juan)
Se tienen datos que en el año de 1529 ya estaban conquistando pueblos don Fernando de Tapia “Conni” (este es el nombre real y no Conín como se ha manejado) y don Nicolás de San Luis Montañez junto con Hernán Pérez de Bocanegra, justo en este año el 10 de julio existe un documento de una merced escrito por Nicolás de San Luis Montañez cacique descendiente de los reyes y emperadores de la gran provincia de Tula y Jilotepec (sic) en la que funda el pueblo de San Miguel Gymilpa (hoy Huimilpan), estos acontecimientos fueron pactados en alianzas entre los españoles y el cacicazgo otomí de Xilotepèc.
Hubo un tiempo de guerra a partir de este año de 1529 hasta que después de ir incrustando la ideología cultural en distintos pueblos (que es lo que hoy se han mal llamado fundaciones) para que se llegara el año de 1551, año en que llegan estos grupos de conquistadores que venían desde Aculco, pasando por Tecozautla, Huichapan y San Juan del Río hasta que pasaron por el punto denominado La Trinidad, ahí se encontraron con un grupo de naturales en donde bautizaron a 200, testigo de las guerra que hubo en este sitio se puede tomar el cerro de esta comunidad donde se encuentra un parapeto de guerra, en tiempos remotos ahí se encontraron distintos objetos, como puntas de dardos de obsidiana, molcajetes y vasijas de distintas épocas, es una zona arqueológica indiscutiblemente preciada para los tequisquiapenses.
Después de pasar por La Trinidad los conquistadores se trasladaron hacia el norte pegando al punto denominado Fuentezuelas y allí, bautizaron a otros indígenas en una pila bautismal, para después dirigirse al sureste y llegar el 24 de julio de 1551 al punto denominado Barrio de La Magdalena, el paisaje, la riqueza natural, las aguas y en general el territorio era un aspecto llamativo para los conquistadores, aquella agrupación estaba conformada por don Nicolás de San Luis Montañez, sus caudillos y capitanes don Alonso de Guzmán, don Alonso de Granados, don Ángel de Villafaña, don Domingo Moreno, don Gonzalo de Urbanejo y el padre don Juan Bautista, don Nicolás de San Luis Montañez montaba un caballo tordillo y sus acompañantes eran en su mayor parte indios tarascos de Querétaro.
Aquel día 24 de julio de 1551 al despuntar el alba se congregaron los indígenas otomíes y chichimecas de la zona para que la comitiva conquistadora iniciara con el acto de incrustar la nueva idea cultural, se plantó una cruz de madera, en un montón de piedras adornado con flores y hierbas de la region para formar un altar, se estableció un tipo cuadrilátero con los presentes y se adornó el espacio con carrizos clavados en la tierra atados unos con otros para después debajo del mezquite y cerca de una capilla-oratorio antiquísima que actualmente se conserva, el padre Juan Bautista con ornamentos dorados y rojos oficiara la primera misa de este lugar, en el Santo Sacrificio don Nicolás arrodillado encabeza el acto divino, en la consagración del pan se queman petardos en la improvisada plaza, los que hacen a los naturales un sentido de extrañeza y temor.
Después de la misa don Nicolás de San Luis Montañez con un atuendo llamativo para los indígenas, a saber, una armadura imponente, se dirigió a ellos manifestando la orden de la Cédula Real de Carlos V y firmada por el virrey de la Nueva España don Luis de Velasco, en la que a partir de ese día se “fundaba” el nuevo pueblo, así como imponiéndoles el estudio de la doctrina cristiana y el levantamiento de un templo en el lugar donde se encontraban y donde por primera vez había acontecido el acto incruento, es decir, el acto pacífico. El padre Juan Bautista por mediación de su intérprete, se dirige a los naturales hablándoles de Dios y de la Virgen, se bautizaron a los naturales congregados como símbolo del acontecimiento y de la incrustación de la nueva idea cultural, primero los hombres y enseguida las mujeres, cuentan las crónicas que los naturales iban escabrosos y huraños unos, tímidos y mansos otros. En estos actos de bautismo los españoles apadrinaban a un indígena, dándoles como obsequio su apellido.
Se realizó una procesión de la Santa Cruz e inmediatamente después uno de los capitanes, don Domingo Moreno sostuvo un cordel y una vara de medir de cuatro varas castellanas y orando: “En nombre de la Santísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios Todopoderoso y de su Santísima madre La Virgen María y de su majestad…” acto seguido, comenzó a medir las 500 varas a partir de la cruz que habían formado en dirección a los cuatro puntos cardinales, para “fundar” el nuevo pueblo llamado Santa María de La Asunción y de las Aguas Calientes, nombre dado por que traían consigo una Virgen de la Asunción que dejaron encomendando la advocación y por la cantidad de manantiales de agua termal que abundaban en la región.
Después de este nombramiento y medición se eligieron a las primeras autoridades del pueblo saliendo por voto de los indígenas designados: como gobernador don Bartolomé de Guzmán, como alcalde don Juan Quijano y como fiscal mayor de la doctrina don Miguel de Bárcena, todos naturales del pueblo, las nuevas autoridades recibieron de manos de don Nicolás, el bastón de mando que los investía como tales, con poderes otorgados por su nuevo Rey, don Carlos V de España.
Han pasado 470 años de este hecho documentado en la Cédula de fundación que inteligentemente nos mostró, transcribió y plasmó el doctor Rafael Ayala Echavárri, así, los tequisquiapenses podemos dar cuenta de un episodio en la historia de nuestra identidad, pero también podemos presumir que antes de aquel 24 de julio de 1551, los antepasados de nuestro pueblo ya estaban bien implantados en sus tierras, en sus creencias y en sus tradiciones, no dejemos a la deriva la existencia de capillas familiares o en su caso ocultas para que los naturales quizá a escondidas, pudieran seguir con sus deidades y no las que habían venido a implantar, en fin, cosas de historia, cosas de nuestra mexicanidad, esa que hasta hoy tenemos que culpabilizar a los españoles de nuestras más grandes aberraciones, pero la respuesta está en nuestra resolución de conflictos, en justo cómo se vive aquel sincretismo que se presentó hace 470 años, lo que es un hecho es que por aquel acto, sabemos aunque sea un poco de nuestro origen. Felicidades al bello Pueblo Mágico de Tequisquiapan.